Langer sabe que con sus 60 años casi a la vuelta de la esquina no va a tener muchas más oportunidades, no de jugar este torneo -Watson lo ha dejado de jugar con 66-, sino de poder soñar con conseguir un milagro en estas angostas calles y greenes imposibles.
Una cosa es ser el mejor jugador del mundo mayor de 50 años y jugar torneos del Champions Tour a tres jornadas, y otra brillar en el torneo más difícil del mundo con los rivales más complicados y luchar durante toda la tercera jornada, no solo por tener opciones el domingo, sino por intentar entrar en el partido estelar y con miles de ojos viendo si en el golf moderno, en el de los grandes pegadores, hay cabida para "un abuelo" como el teutón.
Hoy Langer formaba partido de lujo con un jugador al que saca por lo menos dos generaciones. El joven Day, número uno del mundo, como lo fue Langer hace justo esta semana 30 años, es también otro favorito a la Chaqueta pero este sábado el protagonismo se lo llevó el alemán.
Empezó el teutón con dos birdies en los cinco primeros hoyos para comenzar enchufado y terminar la primera parte de su recorrido con 35 golpes, uno bajo par, después de haber firmado dos bogeys en el 6 y el 9 y un birdie más en el 8 que le restaban un golpe en la tabla.
Pero fue en los nueve segundos hoyos donde Langer brilló como hace 20 y 30 años. En esa segunda parte de su tarjeta empezó con par al 10 y al 11 y luego llegó la fiesta con tres birdies consecutivos al 13, al 14 y al 15 que, directamente, le metían en el torneo.
En el 17 se le escapó el birdie pero salió con el par a sólo uno de Spieth que firmaba entonces doble bogey en el 11. En su último hoyo del día, Langer terminó con bogey y con uno abajo en el total que es un auténtico tesoro para el domingo. Tendrá cuando menos su cuota de protagonismo y, quizá, si tiene suerte y puede haber milagros en Augusta, pueda ponerse su tercera Chaqueta Verde con 58 "tacos". Yo por si acaso no me lo perdería.