El regreso de Tiger Woods al PGA Tour 17 meses después de su última aparición en el Wyndham Championship de agosto de 2015 no ha resultado positivo. El ex número uno del mundo no ha pasado el corte en el Farmers Insurance Open, una de sus paradas favoritas que ha ganado siete veces, y en un escenario donde además se llevó su último Major, el Us Open de 2008.
El camino de vuelta de Tiger está siendo duro. 17 meses y más de 500 días después, el sol no llega, no luce y le cuesta salir entre nubarrones que no terminan de desaparecer. En las dos rondas que ha disputado en Torrey Pines, Tiger ha mostrado luces y sombras, y ha vuelto a repetir una palabra mágica que se empieza a desgastar: “paciencia”.
Lo cierto es que esta vez Tiger se había preparado con más interés. La oscuridad de estas 500 noches sin competición le habían llevado a planificarse mejor, y más después de su paso en diciembre por el Hero World Challenge, su torneo donde quedó decimo quinto de 18 participantes, y no reveló mejoría.
En 2017 comenzar en Torrey Pines era buena estrategia. Pero se ha visto a un Tiger todavía demasiado errático. Aunque reconoce encontrarse bien físicamente ha demostrado lógica falta de rodaje. Lo positivo es que en el juego corto, sobre todo el putt, sí se ha visto un salto cualitativo y en la segunda ronda ha firmado 29 putts.
Su discurso sigue siendo que en cuanto coja ritmo de competición todo va a mejorar, pero la credibilidad empieza a debilitarse y la semana que viene tiene otro compromiso en Dubai. Ya no hay tiempo que perder porque luego ha confirmado su presencia en el Génesis Open y en el Honda Classic, pruebas en las que espera alcanzar ese ritmo que persigue.
Hasta que Tiger no muestre una regularidad básica, sin necesidad de ganarlo todo, no va a convencer y corre el peligro de que se agote la paciencia. Curiosamente Joaquín Sabina presenta nuevo disco llamado “Lo niego todo”, un repaso a su carrera y a su vida. Después de 500 días fuera de competición, Tiger quiere recuperar la luz y negarlo todo.