Desde luego ha nacido una estrella, o mejor dicho ha nacido una nueva manera de ver el golf, de vivirlo y, seguramente, de jugarlo para el que pueda imitar lo que Bryson DeChambeau es capaz de hacer.
Mandar una bola con un wedge a 165 metros no lo pueden hacer muchos jugadores, ni siquiera pesando 110 kilos y midiendo 1,90. Sin embargo, DeChambeau se ha convertido en un experimento del propio golf y de él mismo, capaz de innovar hasta el último detalle, de inventarse cosas y gestos que nadie antes había hecho, de jugar a otro nivel y, además, conseguir victorias muy importantes como la de este domingo.
“Creo que de alguna manera estoy cambiando la forma de ver el golf de la gente", dijo DeChambeau. “Otra cosa es que otros puedan hacer lo que yo hago, esa es otra cuestión, pero creo que habrá muchos jugadores que lo intenten y algunos que puedan conseguirlo”.
Una victoria que al estadounidense le llegaba en un campo tan difícil como Winged Foot, imposible para todos los demás –ninguno más logró superar al campo en los cuatro días de torneo- y en el que Bryson sólo cogió para ganar el US Open un 41% de las calles, pero demostrando que desde el infernal rough se podía pegar a la bola y hacer pares y birdies sin demasiados problemas, algo que seguramente no habrá gustado nada a los rectores de la USGA.
Su última vuelta fue espectacular, con tres bajo par y un dominio de la situación realmente impresionante firmó su séptima victoria en Estados Unidos y su primer Major.
“Sin duda estoy en mi punto más alto de confianza y seguridad”, dijo.
Algo que le llevó a jugar con la sonrisa en la boca durante todo el torneo a pesar de haber cogido sólo seis de las catorce calles el domingo y sólo 23 de 56 el resto de la semana. Una manera de jugar que iba contra todo lo que se había hablado con anterioridad del torneo y del campo de esta 120º edición del US Open.
Y es que el estadounidense ha basado su juego y su constante mejora en las matemáticas, en la ciencia y en los números. Todos su palos miden lo mismo, ha cambiado el plano de su swing y tras la suspensión del circuito se ha metido cientos de batidos de proteínas que le han hecho ganar 40 libras de peso (18 kilos) que le han hecho ser capaz de mandar su bola con el drive más allá ,de los 340 metros.
"Yo creo que la clave de mi mejora, o una buena parte de ella está en el putt. Lo he ido mejorando gradualmente a lo largo de mi carrera. Lo he estudiado mucho y las cosas están dando resultado”, comentó.
“La cuestión ahora es saber cuánto más puedo mejorar. “No lo sé pero pienso seguir trabajando para saberlo, ignorando a los que dudan. No voy a parar", dijo. "La semana que viene voy a probar con un Driver de 48 pulgadas (1,20 metros) y ya veremos”.