Los resultados que se obtuvieron esta semana fueron destacados, especialmente en el lado masculino (la mexicana Gaby López no pasó la fase de grupos del LPGA T-Mobile Match Play y ninguna latina pasó el corte del Joburg Ladies Open). El colombiano Ricardo Celia quedó T-10 en el Open de Brasil, el argentino Alejandro Tosti finalizó T-12 en el Valero Texas Open y fue el mejor latino, el mexicano Emilio González se llevó un T-6 (Club Car Championship que lo deja en gran posición para lo que viene en el Korn Ferry Tour y Carlos Ortiz logró un notable cuarto lugar dentro un difícil LIV GOLF Miami. El tema es que lo que hizo él revolucionó el mundo del golf. No es para menos.
Confieso que este será el artículo más fácil y más difícil que me toca escribir. ¿Por qué? Porque yo empecé a querer el golf por él, aparte de ver lo que hacían Tiger Woods y Phil Mickelson. Él me dio sentido de pertenencia hacia este deporte. Sí: es verdad. Se equivocó. Y se equivocó feo. Pero pagó lo que tuvo que pagar (no estoy hablando de ningún aspecto monetario. Me refiero al hecho de cumplir su condena por los hechos de público conocimiento). Recapacitó. La cárcel lo reconstruyó. Y se volvió a refugiar en un deporte que lo volvió a educar y le volvió a mostrar los buenos valores de la vida. Amigos: el golf le volvió a dar una segunda oportunidad, a los 55 años. Y se agarró de esa tabla, con una garra y un trabajo admirable.
Lo más loco es que el contexto existente otra vez lo vuelve a poner en la cima, de una manera particular: una tendencia que predomina en su carrera. Es que se encontró con este James Hardie Pro Football Hall of Fame Invitational de una manera fortuita, entrando al evento como segundo suplente. Y el oriundo de Villa Allende, con ese golf desfachatado que lo caracteriza, nos volvió a deleitar con esos "power fades" (bombazos de izquierda a derecha) artísticos y típicos de su juego. Y fue liderando mediante un perfil bajo, pero a puro talento. Esa pelota amarilla (linda particularidad, que no la hubiéramos imaginado hace algunos años) se empezaba a ver cada vez más. Pero faltaba la prueba de fuego: cerrar con un día final sólido, más allá del viento molesto que predominaba en este día domingo.
Y la jornada final se empezaba a complicar. No era para menos. Es golf y él lo sabía más que todos. ¿Qué estaba pasando? Bueno, el coreano K. J. Choi se acercaba e igualaba la punta, luego de birdies en el hoyo 15 (allí Cabrera hacía un bogey) y en el 16. Pero el cordobés, fiel a ese instinto de pisar fuerte cuando el piso está lleno de brasas, sacaba un segundo tiro quirúrgico en el hoyo 17, asegurándose un birdie que le daba cierto aire para el capítulo final. A su vez, su segundo tiro del hoyo 18 iba a ser felicitado por su hijo (Ángel Cabrera Jr.), quien entendía lo que estaba en juego. Primera victoria en un torneo sancionado por el paraguas de una gira perteneciente al PGA Tour, luego de 10 años y 9 meses (la victoria en el Paul Lawrie Match Play 2024 pertenece al Legends Tour europeo). Su anhelado status completo en el Champions Tour llegaba de una manera sorpresivamente rápida (lo reconoció así, en sus primeras palabras post triunfo). Pero así es él, señoras y señores. Ya lo conocemos de memoria. Cuando se le mete un objetivo golfístico en la cabeza, no para. Y encima esto se da en la previa de su regreso al Augusta National Golf Club: un lugar que ama.