Augusta te da y Augusta te quita. Es la conclusión que se saca después de la enorme victoria de Sergio García en el Masters. Ha sido precisamente en el Augusta National donde Sergio ha conseguido romper la maldición, lograr su primer Major y abrir una puerta donde le esperan, seguro, muchos más triunfos.
Lo cierto es que Sergio García ha jugado un Masters de leyenda, con un final épico entre dos amigos europeos y justo el día en el que Seve habría cumplido 60 años. Justin Rose y él han eclipsado a otros favoritos que intentaron acercarse sin éxito. Rickie Fowler y Jordan Spieth se apartaron pronto de la pelea para dejar que las estrellas brillaran con luz propia.
Su inicio sin bogeys, el único en conseguirlo, y sus dos primeras rondas bajo par, también único en hacerlo enseñaban un premio al final del túnel de 18 años, una oscuridad que llegó a desesperar al de Borriol resignado. Su fin de semana peleando y aguantando los empujes de sus rivales ha sido admirable.
Su forma de jugar ya es diferente, y él mismo asegura que ve el juego de otra forma, con más calma. “Nunca he sentido esta calma en un Grande”, aseguraba. Esa paz y esa despreocupación que ya mostraba en los últimos meses le ha servido ahora para ganar su primer Grande y hacerlo precisamente en su escenario más temible, donde no había pasado de un cuarto puesto en 2004.
Con dos segundos en el Open y en el PGA, y un tercero en el Us Open, Sergio tiene ahora un arma diferente y se atreve con lo que le venga. Este año promete porque el Niño se ha hecho definitivamente mayor y puede dar todavía muchas más alegrías al golf español.
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