Una combinación de paisajes de mar y montaña, también con el bosque de El Yunque enfrente, es otra de las opciones para jugar al golf en
Puerto Rico. El concepto es otra vez de un golf particular, para socios, aunque el turismo juega un papel importante, con un 30 por ciento de los huéspedes que acceden al golf. En todo caso, vuelve a ser el socio el jugador predominante, con un 40 por ciento de las partidas. También se permite la entrada a cualquier otro jugador local que quiera y pueda jugar este campo, y muchos lo hacen gracias a los torneos sociales que se celebran en alguno de los dos recorridos, alrededor de 75 cada año.
La cita para visitar los dos campos gestionados por Troon Golf es obligada. El Océano, diseñado por Tom y George Fazio en 1975, es el clásico y su nombre viene marcado sobre todo por el hoyo 16, un par 3 junto al mar de 217 metros desde atrás. Para medirse a la naturaleza con todo su potencial. Aquí se suele utilizar lo máximo de la bolsa para vencer al viento.
Se trata de un campo más ancho, algo más corto, par 71, aunque supera los 6.200 metros. Tiene el viento como aliado, y los búnkers y el agua están estratégicamente situados. Combina por lo tanto golpes de potencia pero bien pensados, y no se recomienda en todo caso salir con el drive todo el rato. Destacan además los cinco primeros hoyos que obligan a estar atento, con mucha agua, y el hoyo 15, con un tee en alto desde donde se puede ver una buena perspectiva.
El otro recorrido, junto al río Mameyes, es un diseño de Greg Norman de 1997 que juega más con la técnica aunque deja jugar con fuertes salidas. Con el Yunque vigilando, los árboles obligan a pensar más y los grandes búnkers también entran en juego. Uno de los hoyos más comentados es el 7, un par 3 de 170 metros que obliga a saltar una zona pantanosa. La entrada en green supone alivio y éxito. Divertidos son el 13 y el 16 donde una buena salida puede dar muchas satisfacciones.
El Club cuenta con 300 socios, de los cuales 120 juegan al golf. El director de golf, Jamie West viene de Estados Unidos y reconoce que el golf en Puerto Rico es diferente. “En Puerto Rico los aficionados quieren todo perfecto, buscan un golf más completo y no es como en Estados Unidos que el golf es algo más normal”. Por eso el mantenimiento es algo muy importante, y son los propios socios los que contribuyen a que eso se lleve a cabo de la mejor manera. Además, la Casa Club, muy completa, cuenta con el restaurante Iguana Club, con ofertas interesantes y la sopa de gandules muy recomendable para reponer fuerzas y sentarse a la mesa para saborear un consistente plato de cuchara.
Los 6.000 jugadores de la isla “es una base pequeña” dice West, y “es importante hacer programas de promoción para hacer el golf más accesible”, aunque todavía es algo caro y el principal mercado se dirige a Estados Unidos, asegura, tanto para el turismo como para los socios. En todo caso sí considera que la afición está creciendo, y coincide con los demás campos de golf de la isla en que el Puerto Rico Open supone un apoyo al golf para darlo a conocer mejor.
Junto al golf, toda la oferta del Resort. Destaca la playa de 2 kilómetros hacia la que se dirige todo el complejo. Cuenta con 400 habitaciones, remodeladas en 2014, una piscina junto al mar, club de tenis, spa, una oferta gastronómica variada con hasta 10 restaurantes, casino y un salón para convenciones de 4.500 metros cuadrados y el salón de baile más grande del Caribe con 2.000 metros cuadrados.
Su director comercial, Willie Chin, es consciente de que el golf es un potencial muy importante y busca ofrecer paquetes especiales con golf. Cree que “hay un destino de golf claro, aunque hay otras ofertas para el turismo que compiten”. De momento el golf entre dos aguas interpreta una melodía que suena bien.