La figura del arquitecto del paisaje (paisajista), por lo que se refiere a su histórica relación con los campos de golf, ha ido desvaneciéndose con el tiempo.
A lo largo de los años ha ido
focalizándose principalmente en el trazado, la dificultad técnica del recorrido
y porque los presupuestos siempre condicionan, evitando en muchos casos el
tratamiento de valores fundamentales como son el paso del tiempo en la colección botánica escogida, las sensaciones del cromatismo, las textura, el
olor y el mimetismo con el paisaje .
La figura del paisajista queda
pues en un segundo plano, bajo la sombra del también fundamental pero más
técnico "Greenkeeper" y por tanto sin
el RECUERDO de la escena que éste no pudo crear.
Los desarrollos inmobiliarios
encuentran en el golf un recurso de prestigio que apoya el esfuerzo mercantil y
de ventas, pero maximiza aun más el desarraigo del paisajista con el golf, antaño compañero inseparable en la redacción de cualquier proyecto,
porque no puede mestizarse con el arquitecto civil. Ambos profesionales han
sido separados y campos y desarrollos inmobiliarios van por caminos distintos.
Muchos son los campos que se
han percatado del "plain" de sus trazados
y la falta de la personalidad de los mismos, más allá de su calidad en el mantenimiento y el valor de su dificultad
técnica y deportiva.
Poco a poco se van retomando de
nuevo los hilos conductores entre deporte y arquitectura, renaciendo de sus
cenizas campos y hoyos, donde la paleta de colores, texturas, aromas y sonidos,
proyectados por el paisajista, permitirán mantener en el RECUERDO el paso por una tierra, un país, un lugar o
una pequeña escena.
El RECUERDO es, sin lugar a
dudas, el motor para el retorno al lugar y
la eternidad por lo vivido.
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