Su espigada figura, su potencia y su calidad hacían que fuera un diamante en bruto. Allí, hace ahora cinco años ganó su primer torneo, hoy ya es uno de los mejores jugadores del mundo.
Han pasado cerca de 1.500 días desde que Álvaro Quirós, este gaditano, seguidor acérrimo del Atlético de Madrid, diera el salto al profesionalismo. En su primera intentona consiguió la victoria en un campo, en este Real de Sevilla, en el que sólo los que de verdad saben jugar bien a esto pueden conseguir el triunfo.
Ahora, cinco años después, vestido de rojiblanco –precisamente el Atleti jugaba en el Sánchez Pizjuán a las siete de la tarde- Alvaro Quirós ha dado un salto de calidad brutal con una victoria que le coloca en el disparadero de muchas quinielas para que pueda ser considerado como lo que es: referencia mundial de un deporte que necesita gente como él cuanto antes.
El golf está harto de divos, de estrellas emergentes y no tan emergentes, de señoritos millonarios a los que todo les parece mal, a Bella Donas del Golf maleducados y soberbios a los que es casi imposible llegar. A profesionales que ni lo parecen y a jugadores que hace tiempo que perdieron su magia. El golf mundial necesita a jóvenes como Quirós, capaces de comerse el mundo con la mirada, conscientes de sus limitaciones, bien educados y con la ilusión de seguir trabajando para llegar a lo más alto.
Quirós es una buena apuesta y con su victoria en Sevilla no hace más que refrendar que él mismo quiere y desea seguir en este negocio convirtiéndose en una estrella con los pies en el suelo.
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