José María Olazábal todavía tiene frescas sus imágenes del Hall of Fame. En él sólo los mejores jugadores del mundo -130- tienen un hueco. Todavía recuerda Chema cuando le comentaron la noticia de si p´roximo ingreso en el Masters de Augusta y él casi no le dió importancia. Ahora, después de verlo, conocerlo y disfrutarlo, nos hace un repaso de los que han sido para él unos días inolvidables.
“Llegamos el sábado por la noche con mis padres, con Sergio Gómez y Maite Menta y unos amigos, éramos doce. El domingo por la mañana nos habían organizado una visita privada al Salón de la Fama que, por mucho que hayas leído y visto en fotos o vídeos no te haces a la idea de lo que es hasta que no estás allí, no me lo imaginaba así, es enorme y espectacular. En Europa no tenemos idea de su dimensión. Me impresionaron mucho las vitrinas dedicadas a cada uno de los 130 miembros en las que están expuestos sus objetos, las de Palmer y Nicklaus con las bolas y palos que utilizaban, la de Bob Hope en la que está el primer contrato que firmó con la televisión, y en la que se proyecta un vídeo con sus actuaciones y participaciones en torneos, los baúles que utilizaba para viajar y una pinza sujeta billetes que le regaló la PGA y siempre llevaba.
Por la tarde tuve que atender a los medios de comunicación e hice varias entrevistas y el domingo por la noche tuvimos una cena oficial; en mi mesa estábamos mis padres, Maite y Sergio, unos amigos y también Butch Harmon. El lunes hacia las doce tuve que hacer un ensayo general de la ceremonia, me explicaron dónde nos colocaríamos, por dónde debía entrar y salir del escenario (¡por poco me caigo y la lío al terminar el acto!)… y luego tuvimos una comida sólo los familiares de los cuatro que hemos sido introducidos este año. Estaba Lanny Wadkins con su familia, Christy O’Connor Jr. con su prima (hija de Christy O’Connor Sr.), nosotros y un nieto de Eisenhower. Éramos solo unas 35 personas.
A las cinco llegamos al Hall of Fame, aunque el acto comenzaba a las seis. Yo fui el primero en hablar y, cuando subí al escenario, estaba más concentrado en lo que tenía que decir y preocupado por hacerlo bien, en ese momento no sentía emociones aunque, quizás, el momento más emotivo de todos fue cuando me dirigí a mis padres, a ellos les encantó y a mí se me hizo un nudo en la garganta. La alegría, satisfacción y emociones las sentí mucho antes –desde que me lo comunicaron en abril- y después de la ceremonia. Durante todo este tiempo me han venido a la cabeza muchos recuerdos y varios momentos muy especiales de mi vida.
Ser miembro del Salón de la Fama es un reconocimiento que para mí significa orgullo, satisfacción y honor por pertenecer a un grupo tan selecto de personas. Al principio, cuando me lo dijeron durante el Masters de Augusta, fue un sopetón, no me lo esperaba, les di las gracias y poco más. Se debieron quedar helados y pensarían ‘vaya con éste, a ver si se cree que esto se concede todos los días’.
Yo también he dejado para las vitrinas varios objetos que para mí son una parte muy importante de mi vida, los exponen durante un año en un salón bastante grande y luego me devuelven varios, aunque tengo que dejar algunos para siempre y todavía no he decidido cuáles serán. Ahora tienen allí los dos driver de madera y una madera tres (¡pero los tres de madera!) que utilicé hasta el 95 / 96, a excepción de unas tres o cuatro semanas del año 94, como cuando gané el primer Masters. Aquella semana utilicé un driver y la madera tres metálicos, esas fueron las primeras maderas metálicas de la historia que ganaban el Masters.
También les he enviado el juego de hierros y la madera cinco que utilicé en el Masters del 99; los dos putters con los que gané en el 94 y 99 y la ropa que me puse en el 94, el pantalón negro, polo blanco, cinturón y zapatos. Los trofeos del Masters 94, de los tres amateurs Británicos, uno de la Ryder Cup y las bolsas de cuatro ediciones de la Ryder Cup , así como varios distintivos de jugador del Masters, Open Británico, US Open…
Estos días, al echar la vista atrás, me han venido muchas imágenes a la cabeza, la primera yo de pequeñito pegándole a la bola, luego algunos momentos especiales como los amateurs Británicos que gané, los dos Masters y todas las Ryder Cup que jugué, una competición que siempre ha sido tan especial para mí. Pero en lo que pienso muchas veces es en los años tan maravillosos y en los momentos que compartí con Manolo Piñero, Pepín Rivero, Cañi (José Mª Cañizares), Joan Anglada, Manolo Calero…, son momentos muy especiales que tal vez añoro porque sé que no se van a repetir. Me siento muy afortunado por haber compartido tantas cosas con ellos, me recibieron con los brazos abiertos y me trataron muy bien. Las relaciones perduran y ese es uno de mis mayores tesoros, tan importante como las victorias.
A veces me siento como un dinosaurio, cuando miro la lista de jugadores del Circuito Europeo y veo que de los de mi tiempo solo quedamos cuatro gatos, Barry Lane y yo. Cuando miro atrás y veo la gente que estaba entonces… me siento muy afortunado por lo que he vivido, ha sido una experiencia maravillosa. No pienso en los momentos malos, que por supuesto los ha habido, no solo los dos años que pasé fatal por el problema de salud, aquéllos y estos dos últimos años (pero sobre todo aquéllos) han sido muy duros; ha habido momentos muy, muy duros. En veintitantos años no se puede pretender que todo haya sido un camino de rosas, por muy bien que te haya ido y muchas victorias que hayas logrado.
A nivel de competición, por ejemplo, un momento duro fue lo que sucedió en el green jugando la Ryder Cup del 99 en Brookline, yo tenía el partido contra Justin Leonard casi en el bolsillo y se dio la vuelta, si lo hubiésemos ganado tal vez hubiéramos tenido opciones, pero al empatarlo no. Aquello fue tremendo. También he vivido momentos muy tristes como la pérdida de Payne Stewart, él estaba allí en Brokline y dijo que sentía vergüenza por lo que había ocurrido. Perderle fue muy duro, era una persona íntegra, un gran amigo y un caballero ¡ya han pasado diez años!
Momentos duros han sido también ver a compañeros con quienes has compartido todo que lo pasan mal al perder la tarjeta, pero eso es ley de vida, todos vamos pasando y abriendo camino a los que vienen detrás. Las nuevas generaciones vienen pisando fuerte, pero nosotros vivimos experiencias únicas y maravillosas que no creo se vuelvan a repetir”.