Otro de los grandes nombres del año fue el de Dustin Johnson. Él que “cuando era soñaba con ganar el Masters de Augusta”, hizo realidad su deseo infantil en un año en el que la pandemia obligó al torneo a que saliera de su acomodo primaveral para jugar, por primera y ojalá que única vez, con los colores ocres del otoño de Georgia.
Un Masters marcado por la infructuosa defensa del título que hubiera llevado a Tiger Woods a igualarse con Jack Nicklaus en número de Majors y en el que, en medio de las suspensiones, descubrimos la peor versión de Bryson DeChambeau que a pesar de partir como el gran favorito, acabó conformándose con un discreto trigésimo cuarto puesto que compartió con otros tres jugadores.
También fue el Masters en el que Jon Rahm nos permitió soñar con la sexta chaqueta verde para el golf español. El de Barrika llegó a ser colíder al comienzo de la tercera jornada, aunque al final terminó el torneo con una vuelta de 71 golpes, para un total de 278, que le situaban en séptima posición. Un puesto que le tocaba compartir con Brooks Koepka y C.T. Pan.
Pero más allá de las fechas y de la ausencia de ‘patronos’ el verdadero protagonista en el Augusta National es el jugador que acaba vistiendo el paño verde de la archiconocida chaqueta. Un título con el que el estadounidense cerraba un año espectacular en el que regresaba de una lesión cuando la suspensión de los torneos le volvía a dejar en el dique seco.
Sin embargo, parece que a Dustin no le vino mal el parón. De vuelta a la competición ganó tres torneos en el PGA Tour, le arrebató el número uno del mundo a Jon Rahm, ganó la FedEx Cup y sus compañeros le eligieron Jugador del Año, y todo eso adornado con un importante incremento de su cuenta corriente gracias, sobre todo, a los 15 millones de bono que tiene ser el mejor del año en el circuito americano.