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The Open Championship

McIlroy no puede frente al dominio abrumador de Scottie Scheffler

McIlroy no puede frente al dominio abrumador de Scottie Scheffler

Por Guillermo Salmerón
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domingo 20 de julio de 2025, 20:45h

En la brumosa mañana del domingo en Royal Portrush, el murmullo entre los aficionados era uno de esperanza contenida. Rory McIlroy salía a disputar la cuarta jornada del Open Championship 2025 con la posibilidad real de coronarse campeón en casa. El ambiente era eléctrico: miles de seguidores norirlandeses rodeaban los fairways con la mirada fija en su héroe local. Las expectativas eran altísimas, no sólo por la calidad de su juego en días anteriores, sino por el profundo simbolismo que suponía una victoria en el único campo norirlandés que acoge el Open. Sin embargo, lo que se prometía como una jornada de gloria para McIlroy acabaría teñido por la frustración y el desencanto.

La ronda final comenzó de forma sólida para Rory, con birdies en los hoyos 2 y 4 que lo acercaban momentáneamente a la cima. Su swing parecía en control, su enfoque sereno. La multitud celebraba cada golpe como si fuese un gol de campeonato. Pero conforme avanzaba la jornada, el temple de Scottie Scheffler —el actual número uno del mundo— se hacía cada vez más evidente. Scheffler mostraba una precisión quirúrgica con los hierros, mientras su putter rozaba la perfección. Y aunque McIlroy mantenía el ritmo, llegó el fatídico hoyo 11, donde un error de cálculo en el segundo golpe lo llevó al rough profundo. El bogey resultante fue el punto de inflexión.

El resto de la jornada fue una lucha cuesta arriba. Rory intentó recuperar con valentía, anotando un birdie en el 13 y salvando pares complicados, pero Scheffler estaba ya en modo campeón. Con una tarjeta final de 66 golpes, Scheffler cerró con autoridad, logrando una victoria más que merecida. McIlroy, por su parte, culminó con un 70, quedando dos golpes por detrás y confirmando lo que muchos en Portrush temían: el sueño de una victoria en casa se había esfumado.

Al finalizar su participación, Rory se mostró reflexivo y algo melancólico. En declaraciones a la prensa, dijo: "He sentido el apoyo de cada persona que estuvo en este campo. No hay mayor privilegio que jugar aquí. Hice todo lo posible, pero a veces el golf te enseña humildad."

Preguntado sobre la presión de jugar frente a su gente, añadió: "Quería tanto ganar aquí… quizás eso me hizo apretar demasiado en algunos momentos. Pero me voy con el corazón lleno por el cariño que he recibido. Esta semana ha sido una de las más especiales de mi carrera, pese a cómo terminó."

Las palabras de Rory fueron recibidas con aplausos y emoción, pero no lograron aliviar la evidente tristeza entre los norirlandeses. Para muchos, esta era una oportunidad irrepetible: ver a su ídolo triunfar en casa frente al más grande rival del momento. La derrota se sintió como un golpe profundo, una mezcla de orgullo herido y melancolía. En las calles de Portrush, los bares y clubes de golf, el tema era uno solo: “¿y si Rory hubiera metido ese putt en el 11?”, “¿y si el viento hubiese sido menos traicionero?”.

El duelo McIlroy-Scheffler se ha convertido en una narrativa clásica del golf moderno. La elegancia instintiva de Rory frente al cálculo implacable de Scottie. Pero mientras Scheffler sigue construyendo su legado global con victorias consecutivas y dominio estadístico, McIlroy representa algo más profundo: el corazón de un país, la pasión de una región que vibra con cada uno de sus gestos.

Y aunque la tristeza por no haber conquistado el Open en casa permanecerá, lo cierto es que McIlroy ha reafirmado su lugar como el símbolo eterno del golf norirlandés. El pueblo lo sigue adorando, incluso más en la derrota que en la victoria. Porque en cada golpe que dio en Royal Portrush, hubo un eco de historia, identidad y emoción.

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