A tres meses del inicio de la Ryder Cup, el mundo del golf se prepara para una edición que promete emociones fuertes, tensiones históricas y un escenario imponente: Bethpage Black, en Nueva York. Este campo, célebre por su dificultad y por haber albergado grandes campeonatos, será el epicentro de una batalla entre dos equipos que llegan con realidades distintas pero con figuras estelares ya confirmadas: Scottie Scheffler por Estados Unidos y Rory McIlroy por Europa.
Scheffler, actual número uno del mundo, ha sido el jugador más consistente del circuito en los últimos dos años. Su clasificación automática no solo era esperada, sino necesaria para un equipo estadounidense que busca redención tras la dolorosa derrota en Roma en 2023. Aquel episodio, donde Scheffler fue protagonista involuntario de una de las derrotas más abultadas en la historia del torneo (9&7 junto a Koepka frente a Hovland y Åberg), ha dejado una huella que el texano buscará borrar con una actuación dominante en casa.
En el otro lado del Atlántico, Rory McIlroy llega como el gran estandarte europeo. El norirlandés ha sellado su octava participación consecutiva tras una temporada brillante, coronada con su victoria en el Masters, que le permitió completar el Grand Slam de su carrera. Además, ha sumado títulos en el DP World Tour Championship y en torneos clave del PGA Tour, consolidándose como el líder emocional y competitivo del equipo dirigido nuevamente por Luke Donald.
Donald, que repite como capitán tras el triunfo en Roma, ha apostado por la continuidad y la cohesión de grupo. Su liderazgo fue clave en 2023, y ahora enfrenta el reto mayúsculo de ganar en suelo estadounidense, algo que Europa no consigue desde el “Milagro de Medinah” en 2012. Su experiencia como jugador y su capacidad para gestionar egos y talentos diversos serán fundamentales en un entorno tan hostil como el de Nueva York.
Del lado estadounidense, Keegan Bradley asume el rol de capitán con una narrativa singular. En plena madurez deportiva, y tras una victoria resonante en el Travelers Championship, su nombre ha comenzado a sonar como posible jugador/capitán, una figura que no se ve desde Arnold Palmer en 1963. Aunque no ha confirmado su intención de jugar, su posición en el ranking y su nivel actual lo colocan como una opción legítima para ocupar un lugar en el equipo más allá del banquillo. “Esto cambia un poco la historia”, dijo Bradley el domingo. “Nunca habría pensado en jugar si no hubiera ganado. Esto definitivamente me abre las puertas. No sé si lo haré, pero sin duda tengo que analizar con mucha atención qué es lo mejor para el equipo y ya veremos”.
Pero si hay un tema que sigue generando debate es la posible inclusión de jugadores del LIV Golf en los equipos. Aunque la tensión entre los circuitos ha disminuido, la presencia de estos golfistas en la Ryder Cup sigue siendo una incógnita. En el ranking estadounidense, Bryson DeChambeau ocupa el quinto lugar y, de mantenerse, clasificaría automáticamente. Patrick Reed o Brooks Koepka podrían ser de la partida aunque necesitarían invitación. Koepka, que ganó el PGA Championship en Bethpage en 2019, podría ser una carta valiosa si Bradley decide apostar por la experiencia en ese campo.
En Europa, Tyrrell Hatton (3.º) y Jon Rahm (17.º) están bien posicionados, aunque su elegibilidad depende de su estatus como miembros del DP World Tour. Hatton, en particular, ha mantenido un nivel competitivo alto, mientras que Rahm, aunque algo más irregular, sigue siendo una figura clave. Tom McKibbin y David Puig, más alejados en el ranking, necesitarían una racha de resultados excepcionales para entrar en la conversación.
En cuanto a Sergio García, el máximo anotador de puntos en la historia de la Ryder Cup, mantiene viva la esperanza de formar parte del equipo europeo en Bethpage Black, aunque su camino no está exento de obstáculos. A sus 45 años, el golfista castellonense ha tenido una temporada sólida en el LIV Golf, con una victoria individual y un cuarto puesto en la clasificación general. Él mismo ha declarado que su objetivo es “ganarse el puesto con juego” y que confía en que su experiencia pueda ser un valor añadido para el equipo de Luke Donald.
Sin embargo, su inclusión no depende solo de su rendimiento. García renunció a su membresía del DP World Tour en 2023 tras una disputa legal, lo que lo dejó inicialmente fuera de la órbita de selección. Aunque ha habido conversaciones recientes con Donald, y el capitán europeo ha confirmado que el español está “muy interesado” en volver a ser elegible, para ello tendría que reincorporarse al circuito europeo tras cumplir con todos los requisitos reglamentarios y sobre todo tener buenas actuaciones en los torneos del DP World Tour que juegue.
En una entrevista reciente, García fue honesto sobre su situación: “Incluso si Luke me ofreciera una selección en este momento, le diría que no. Obviamente, necesito mejorar”, dijo tras el PGA Championship. Esta declaración refleja tanto su autocrítica como su compromiso por recuperar el nivel necesario para competir al más alto nivel. Su rendimiento en los próximos torneos, especialmente en Valderrama —donde ha ganado cuatro veces y parte como favorito—, será clave para convencer a Donald de que aún puede aportar al equipo
El cierre de la clasificación automática está previsto para finales de agosto, y los capitanes anunciarán sus seis elecciones a principios de septiembre. Con un campo como Bethpage Black, que favorece a los pegadores largos y exige precisión quirúrgica en los greens, la configuración de los equipos será crucial. La presión del público neoyorquino, conocido por su intensidad, añadirá un componente emocional que pondrá a prueba la templanza de los jugadores.
La Ryder Cup 2025 no será solo un enfrentamiento deportivo, sino un choque de estilos, generaciones y filosofías. Europa buscará consolidar una nueva era de dominio, mientras que Estados Unidos intentará recuperar el trofeo en casa y cerrar heridas abiertas. Con figuras consagradas, capitanes con historias personales fascinantes y la sombra del LIV Golf aún presente, todo está listo para una edición que podría marcar un antes y un después en la historia del torneo.