Scottie Scheffler ocupa ya un lugar en la historia al lado de Jack Nicklaus y Tiger Woods. Los tres son los únicos seres humanos que, a lo largo de sus carreras, han logrado 15 títulos, incluyendo tres grandes, y todo antes de cumplir los treinta. Porque sí, Scottie Scheffler solo tiene 29 años, aunque parezca que lleva toda la vida ahí. Ni su aspecto, ni su palmarés, ni mucho menos su cuenta corriente son de un veinteañero.
El tejano había acumulado dos chaquetas verdes en su armario. Ahora, en su habitación dedicada al golf, tendrá que dejar espacio para el trofeo Wanamaker. El nuevo campeón del PGA Championship protagonizó un final mucho más abierto de lo esperado. Por lo menos fueron 13 hoyos de sobresaltos y de un Jon Rahm inconmensurable. El de Barrika se mostró templado y paciente, cualidades indispensables para triunfar en un torneo como este. Scheffler había fabricado el sábado una cómoda ventaja de tres golpes —cinco con Rahm, su rival más peligroso—, junto con Bryson DeChambeau, a seis del líder.
El recorrido norteamericano llegó al domingo tal como a los rectores de la PGA of America les habría gustado que se mantuviera desde el primer día, pero la abundante lluvia dio al traste con los planes y solo durante la jornada final se pudo ver la dimensión de un campo seco y duro, una tortura para la mayoría de los jugadores, que, en el mejor de los casos, bastante tenían con mantenerse al par.
Apenas ocho metros separaban a Rahm de Scheffler en el campo de prácticas durante el calentamiento previo. No se miraron. El juego largo de Rahm comenzó impreciso, pero el putter lo mantuvo en el torneo. Embocó un putt de un metro en el hoyo 1, otro de dos y medio en el 4, y uno más de tres metros en el 5, la primera vez que Rahmbo sacó el puño. En el 6, otra magistral recuperación desde el bunker pasó rozando el hoyo. No aprovechó el primer par cinco (hoyo 7), y el primer birdie del día llegaría en el par cuatro corto del hoyo 8, donde se pasó el green de salida y un perfecto globo dejó hecho el primer acierto en su tarjeta.
Para entonces, Scheffler, que arrancó con bogey, lo había compensado rápidamente con birdie en el 2. El número uno sufría más de la cuenta, errático desde el tee, y sumaba dos nuevos bogeys en los hoyos 6 y 9. En ese momento, se esfumaba la ventaja de cinco golpes y, por primera vez, Rahm alcanzaba el coliderato. “¡Gol del Athletic!”, le gritaron unos chicos españoles a su paso entre bromas. Rahm, ni se inmutó.
Scheffler comenzó a ganar confianza con el driver: peligro. Llegaron las primeras calles cogidas y, en consecuencia, los primeros birdies. Lo hizo en el 10, par cinco, desde el bunker, para volver a tomar el mando del PGA con un golpe de ventaja. Rahm seguía enfrascado en su recital y lanzó otro espectacular putt para birdie en el 13 desde seis metros, que acarició el borde del hoyo.
Llegaban los hoyos clave. El sábado, Scheffler acumuló -5 del 14 al 18. La antesala de la Milla Verde —los tres hoyos finales— son dos oportunidades claras de birdie: el 14, un par 4 alcanzable desde el tee, y el 15, un par 5. Un mal bote en su salida del 14 terminó con la bola en el bunker y no acertó con el birdie. Rahm marró claramente la caída de un puttque no tendría más de tres metros. Aún peor fue el que tiró en el 15. Demasiado oxígeno para el número uno. Fue ese el momento clave del torneo, donde a Rahm se le escapó la victoria.
La apisonadora Scheffler rebautizó los hoyos 14 y 15, previa de la Milla Verde, como su felpudo. Dos birdies le devolvieron la tranquilidad. Con tres golpes de ventaja, todos sabíamos que el PGA ya no iba a escaparse. Si el torneo hubiera terminado ahí, habríamos sido más felices, especialmente Rahm, que confesó en rueda de prensa sentirse "un poco avergonzado de su final": dos doble bogeys y un bogey en la dichosa Milla.
Vergüenza, querido Jon, es lo de Rory McIlroy, que en cuatro días no se ha dignado a hablar con ningún medio de comunicación. Ser profesional de golf es mucho más que hacer pocos golpes y recoger cheques.
El resto de la crónica fue un paseo triunfal de Scottie Scheffler, que terminó los últimos tres hoyos con un parcial de +1, para cerrar con 71 golpes (par del campo) y lograr una cómoda renta de seis. Un triunfo rotundo en su primera victoria de Grand Slam como padre... y su primer PGA Championship.
El resto de la clasificación quedó prácticamente como un elemento decorativo. Solo Rahm (-4) y DeChambeau (-6) tuvieron alguna remota opción de alterar el orden establecido este domingo. Harris English, viniendo desde la nada, quedó empatado segundo gracias a la mejor tarjeta del día, con 65 golpes. David Riley compartió los honores de ser segundo, pero nunca se le vio. Taylor Pendrith, Jhonattan Vegas y J.T. Poston compartieron la quinta posición, y el top 10 lo completaron Joaquín Niemann, Ben Griffin, Denny McCarthy, Ryan Gerard, Joe Highsmith, Matt Fitzpatrick, Keegan Bradley y Si Woo Kim. Seguramente, el top 10 más intrascendente en la historia de los majors.
Hablando del capitán de la Ryder, no se puede descartar la exaltación de americanismo que se vivió en el desenlace del PGA. Un eufórico Keegan Bradley esperaba a Scheffler, también DeChambeau. Los tres se abrazaron, se arengaron. Luego, la gente coreaba el típico "USA" a cada paso de Scheffler con el trofeo. Cuidado: estos tres son capaces de poner a bailar reguetón a un cardenal.
Más allá de la decepción por la derrota, Jon Rahm ha vuelto a recuperar las sensaciones de pelear por un major y se ha sentido, una vez más, competitivo. El de Barrika recuperó por momentos la confianza en su swing y espera que este PGA Championship sea el punto de inflexión para volver al nivel que alcanzó hace un par de temporadas y que lo llevó a ser jugador de referencia. “Soy consciente de lo bueno de esta semana, pero ahora mismo es difícil verlo. Pero he tenido sensaciones buenas, incluso he disfrutado jugando al golf. Espero seguir trabajando en todo lo bueno”, añadía.
Al margen de la actuación de Rahm, Sergio García terminó con una ronda de -2 y un acumulado de +7, lo que le hizo recuperar posiciones hasta el puesto 67. Por su parte, David Puig sufrió demasiado desde el tee de salida y terminó con 79 golpes, cayendo al puesto 60 del torneo.