Jordan Spieth no estaba verde para ganar el Masters de Augusta. A pesar de que Tiger Woods había dicho que el joven de 21 años todavía llevaba pañales cuando él ganó su primer Masters, la trayectoria de Spieth era muy directa hacia un Major como este.
Las apuestas eran claras hacia él y hacia McIlroy, pero en esta 79 edición hemos visto a un jugador totalmente hecho, y ha sorprendido su mentalidad ganadora y su concentración. Tan sólo le hemos visto perder ligeramente los nervios en el 17 el sábado, cuando un doble bogey le recortó su ventaja a cuatro golpes y encima lo resolvió salvando el par en el 18 con un aproach que era prácticamente imposible.
Tras su exhibición jueves y viernes con 64 y 66 golpes, récord de registro en 36 hoyos en Augusta, llegaba el fin de semana y muchos se las prometían muy felices asegurando que una Chaqueta Verde pesa demasiado sobre los hombros, y que en cualquier momento se podía cambiar el rumbo. Jordan Spieth salió el sábado y aguantó casi sin problema, y el domingo, el día de más intesidad, se le vió todavía más centrado. Nada le perturbó que su caddie llevara el peto con el número 80, un dato fantasma que recordaba la tarjeta de McIlroy tirando por la borda un domingo en Augusta un Masters que tenía en la mano.
Nada de verde porque Spieth ya había destacado en su primer año como mejor Rookie, en 2013. En 2014 quedó segundo en el Masters, y en 2015 venía de ganar en el Valspar, y de terminar segundo en Texas y en Houston, una trayectoria impecable que le ha hecho ascender al segundo puesto del ránking mundial.
En este Masters hemos visto además a un McIlroy que ha querido reaccionar tarde pero acaba quinto, con 66 golpes el domingo, y un Tiger Woods que a pesar de su comienzo dubitativo, dos rondas de 68 y 69 le devuelven a la vida deportiva. Dos meses después sin competir ha demostrado que ha hecho los deberes aunque deberá apretar si no quiere que sus rivales sigan quitándose los pañales.