Preparar un viaje hasta Escocia para jugar al golf lleva consigo una exigencia ante todas y es asumir el alto riesgo que uno tiene de que el viaje de golf de su vida se vea marcado por las inclemencias meteorológicas y que la lluvia nos ague nuestra experiencia. Además del agua, están el viento -también muy habitual-, el frío, las bajas temperaturas y la niebla, incluso en Agosto.
Al hacer las maletas en nuestro destino -sea cual sea el mes en el que uno viaja a Escocia para jugar al golf- debe de meter los siguientes elementos que son absolutamente necesarios para no sufrir más de la cuenta.
A saber: gorro de lana para la cabeza, manoplas, jerseys de lana, camisetas térmicas -una por lo menos-, zapatos de agua, guantes de agua, paraguas, traje de agua, gorro de agua, braga para el cuello y todas cuantas cosas se nos puedan ocurrir para protegernos del agua que cae en estos lares cerca de 250 días al año, los mismos en los que en España hace sol cada 365 días, aproximadamente.
Si uno tiene algo de fortuna puede que no llueva pero ver el sol de verdad es
realmente complicado, aunque a veces, el verano -los dos o tres días que tienen al año- te puede tocar, con lo que toda la ropa de la que hemos hablado antes no sirve para nada ya que con un jersey finito, un polo y unos chinos se puede juagar de maravilla, casi como si en España estuvieramso en primavera o el campo de golf tuviera

aire acondicionado en cada uno de sus rincones.
Pero eso es lo más difícil.
Si uno tiene suerte en los tres o cuatro días de viaje puede vivir las cuatro estaciones, con un día de sol, otro de lluvia, viento y frío y también la niebla. Y esa niebla puede convertirse en el principal enemigo del golfista. La espesa bruma que muchas mañanas se cierne sobre los campos cercanos a la costa permite jugar viendo apenas cien metros por delante de donde estamos, pero no mucho más.
Jugar en campos como Kingbarns con una espesa niebla es una lástima, pero uno
siempre puede consolarse pensando que podría haber sido peor con lluvia. Jugar con niebla es lo menos recomendable ya que da la sensación que siempre se puede ver algo más de lo que se ve o que abrirá pronto, aunque luego no suceda.
Jugar en estas condiciones es la peor de las suertes y, lamenetablemente, un clásico en los viajes de golf a Escocia.