Je ne sais pas

La Ryder es un premio para los que la acogen. Una competición de máximo nivel y con una audiencia espectacular viene de maravilla para dar mayor repercusión a un deporte y a un sector, el del golf, que puede incluso tirar hacia arriba la economía. El turismo y el golf, siempre relacionados, es una mezcla perfecta y eso indudablemente debe beneficiar.

Tampoco sé por qué hay gente que se niega a recibir esta competición. Las críticas no han hecho demasiado daño a la candidatura pero sin ellas todo hubiera sido más fácil. Criticar un proyecto por el hecho tan sólo de que sea de golf, con prejuicios, no conduce a nada, al margen de que sea bueno e incluso necesario tener una actitud vigilante frente a malas actuaciones.

"Je ne sais pas" porque Madrid ha hecho los deberes, con un proyecto bien argumentado y que ha estado presente en los principales acontecimientos golfísticos del último año y medio, con torneos del Circuito Europeo en nuestro país de prestigio, y con un apoyo sólido por parte de todos.

Lo que se me antoja es que ha pesado, y mucho, la Ryder de 1997 en Valderrama. Que España haya albergado ya una Ryder ha sido clave y por mucho que se quiera homenajear a Severiano Ballesteros, la segunda vez que la Ryder Cup sale de las islas tiene muy difícil volver a España. Es como cuando Madrid se empeñó en los Juegos de 2016 después de que Londres fuera elegida para 2012. La ley no escrita de la rotación de los continentes pesó demasiado a pesar de que desde el Jurado se insistía en que no iba a tenerse en cuenta.

Lo cierto es que París y el Golf National es una gran candidatura y la Ryder 2018 ya ha empezado a crecer. Je ne sais pas cuándo la veremos en Madrid.