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¿Schwartzel favorito?

¿Schwartzel favorito?

Por Valentín Requena
miércoles 13 de abril de 2011, 00:00h
El deporte del golf tiene algo que no tienen los demás. Es absolutamente diferente. Cualquiera que conozca someramente el mundo del deporte nunca pensaría que Nadal, Federer o Djokovic quedaran fuera de un torneo en primera ronda, o bien que Vetel o Alonso, en condiciones normales, quedaran relegados a las últimas posiciones de una carrera de Fórmula 1. ¿Verdad que no? Pues en el golf si sucede esto.

Todavía tenemos frescas las sensaciones producidas por esta 75ª edición del Masters de Augusta que han sido múltiples y variadas. Cien inscritos, los cien mejores del mundo con derecho a jugar el primer grande de la temporada, cien favoritos para el triunfo y también cien decepciones ya que cualquiera de ellos, como se ha demostrado, pueden cosechar el más rotundo de los fiascos. Para demostrarlo ahí están las actuaciones de Kaimer, número uno del mundo, McDowell, Oostuizen, Francesco Molinari, Singh, Harrington y muchos más que no pudieron jugar el fin de semana porque no pasaron el corte.

 

Estamos hablando de jugadores que lo mismo que han quedado apeados a las primeras de cambio, no nos hubiera sorprendido nada si se hubieran enfundado la famosa chaqueta verde. Entonces, ¿es o no es el golf un deporte distinto? Ellos cayeron, pero otros nos deleitaron con un juego fascinante en una de las ediciones más trepidantes y cambiantes de los últimos años.

 

El vencedor fue el surafricano Charl Schwartzel que hizo gala de ser un gran corredor de fondo, que al final y a la postre, es en lo que consiste el Masters. Hay que saber esperar y dosificar el esfuerzo físico y mental. De todos son conocidas las virtudes de este joven jugador, pero estoy seguro que en una porra de amigos, prácticamente nadie hubiera apostado un duro por el bueno de Schwartzel, y es que en este torneo había cien favoritos. Una edición que se ha caracterizado por ser más asequible que las anteriores, debido fundamentalmente a la bondad de los greenes, mucho más receptivos, pero que como pocas ha mantenido la emoción hasta el dieciocho del domingo.

 

Al margen del vencedor Schwartzel, que tuvo un final de última vuelta espectacular, hubo una serie de jugadores que brillaron con luz propia. Por ejemplo dos jovencitos que a punto estuvieron de dar la campanada: Rory McIlroy y Jason Day. El primero nos hizo ver la cara y la cruz de este deporte, muchas veces ingrato.


El norirlandés estuvo liderando el torneo hasta el hoyo nueve del último día, pero un triple bogey, bogy y dobe bogey seguidos hicieron que Rory, totalmente abatido y desconsolado, se viera privado de culminar la que hubiera sido la gran actuación de su breve vida deportiva. Su imagen era todo un poema, cabizbajo y sin posibilidad de reacción, observaba como se esfumaba  todo el gran juego desplegado durante las tres jornadas anteriores. Estoy seguro que esto le durará, pero también ha de sacar enseñanzas positivas, fundamentalmente para saber qué es lo que hay que hacer en estos casos, o bien que es lo que no hay que hacer.

 

Confieso que me impresionó Jason Day. En su primer Masters y con tan solo veintitrés años, fue capaz de mantener, prácticamente hasta el final, sus opciones para salir de Augusta con la chaqueta verde. Si su juego fue creativo y sólido, su concentración no le fue a la zaga. Hubo imágenes que hablaban por sí mismas. Parecía que estaba en una burbuja y que no afectaba para nada la presencia del multitudinario público que abarrotaba el Augusta National. A este chico lo vengo siguiendo desde que apareció, y de hecho es una de mis opciones en el concurso de el Periodigolf, pero lo del Masters ha sido demasiado.

 

Me gustó mucho la remontada y el saber esperar de un veterano como Ángel Cabrera, La vuelta del Tigre, que a punto estuvo de dar un zarpazo y que si sigue así lo dará en breve, Muy bien Adam Scott y Luke Donald dos jugadores en un estado de forma espléndido.

 

Los españoles se salvaron de la quema, pero nada más. Sergio y Álvaro tuvieron momentos gloriosos pero fugaces. Al final se hundieron, pero peor fue lo de otros que no pasaron el corte. Jiménez, una vez más, el que mejor supo aguantar el tirón y es que el poso que le dan sus cuarenta y siete años y su juego constante y sin grandes errores de algo le tiene que valer. Me hubiera encantado que José María Olazabal hubiera pasado el corte, no pudo ser, pero por lo menos pudo ir a jugar a uno de sus escenarios favoritos.

 

Concluyó el Masters 2011, el primer grande de la temporada, que no ha defraudado lo más mínimo. El primer punto de inflexión de la temporada. El primer gran torneo que ha puesto a muchos en su sitio, pero que, a tenor de lo que estamos viendo, en el próximo se pueden cambiar las tornas. Esto es simplemente golf: un deporte diferente y maravilloso.

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