martes 31 de agosto de 2010, 00:00h
No podía perder su último tren. La edición 2010 de la Ryder es posible que sea la última de Jiménez como jugador. Para ello ha sacrificado compromisos familiares muy queridos para él. Hanson le desbarató su primera opción en la República Checa y el albino y nervioso Dyson podía aguarle la fiesta en Gleneagles. El malagueño no se lo pensó y decidió poner el punto de mira en Escocia a sabiendas de que era una última oportunidad.
Su paso marcial, su abdomen, un tanto prominente, (mi amigo Teófanes Aguirre dice que es barriguita cervecera, pero claro, eso lo dice él, Dios me libre de ponerlo en mi boca) su coliflorada y roja coleta, su juego y su saber estar en el campo, eran, por si mismos, obstáculos que se manifestaron insalvables para Dyson.
El británico tenía que ganar y el español quedar entre los diez primeros. Jiménez no dejó escapar la oportunidad. Todos sus competidores eran mucho más jóvenes que él y además con cuerpos que corresponden a deportistas de élite, pero lo que cuenta son las que se apuntan en la tarjeta y la suya fue mejor y además tiene un agradable aroma a habano.
Miguel Ángel se ha ganado por derecho propio, a base de regularidad y buen juego una plaza en el equipo europeo de la Ryder, su quinta participación. En el camino se quedaron otros más jóvenes y según muchos, con mayor proyección. Pero los hechos son los hechos y los puntos son los puntos. Lo demás son gaitas.
De todas formas algo no marcha bien en el golf español de primer nivel cuando nuestro representante más cualificado tiene cuarenta y seis años. Es algo que nos tiene que hacer meditar. Los más jóvenes y bien preparados se quedaron en el camino. Había esperanzas fundadas en García y Quirós, pero ambos se diluyeron como un azucarillo en el café. Desde luego que tendrán otras oportunidades, pero ésta claramente la han perdido. Hay otros jugadores españoles que esporádicamente obtienen victorias pero a todos les falta la consistencia de estar entre los mejores.
Jiménez es un ejemplo de constancia y de saber aguantar momentos complicados como hizo el pasado fin de semana en el diecisiete de Gleneagles: un doble bogey absurdo, pero con remontada posterior. El malagueño no baja los brazos nunca, otros hay veces que les cuesta trabajo mantenerlos a la altura de los hombros.
Es curioso cuando en el ámbito laboral hay muchas personas que las arrinconan en las empresas o las despiden por superar los cuarenta y cinco, en este deporte hay un cuarentón que cotiza mucho más alto que cualquiera de los jóvenes académica y físicamente bien preparados. Espero que esto sea un revulsivo para los veinteañeros y treintañeros que militan en el golf de primer nivel, o por lo menos que tomen nota si es que tienen capacidad para ello.