El ex campeón del mundo, de la Ryder Cup y de muchos torneos en el European Tour sabe lo que Álvaro debe de hacer primero para ser feliz y luego para ser uno de los grandes del golf mundial. “Lo está haciendo muy bien, creo que va por el buen camino. Es un chaval trabajador y que sabe muy bien lo que quiere”. No hacen falta más palabras en la boca de un hombre poco hablador pero que de golf sabe mucho.
Cada día está con Quirós, casi desde que se levanta hasta que se acuesta. El jueves a las 7,30 de la mañana ya estaba en el campo, el viernes parecido, el sábado disfrutó como un niño con la vuelta y el Eagle en el 18 de Quirós. “Ha igualado el récord del campo y podía haber hecho dos o tres menos. Ha sido una cuestión de mala suerte, pero está haciendo las cosas bien”, insiste un Pepín Rivero que tiene en Quirós su reflejo.
Cuando Pepín tenía 25 o 30 años era como el gaditano. Siempre quería más, era trabajador, se pasaba horas en el campo de prácticas, hiciera frío o calor, y nunca le faltaba una sonrisa para quien se le acercaba.
Su educación y sus maneras son únicas y resulta curioso ver como Quirós empieza a parecerse en esa manera de ser y de actuar de su mentor. Eso si es ayudar a un profesional para hacerse más grande y los resultados, claro, están llegando.
En cada torneo Quirós mejora, crece y se hace más grande y si uno se fija con cuidado, Rivero siempre está cerca pero también lo suficientemente lejos para que nadie o casi nadie se de cuenta de que él está ahí. Eso lo sabe Quirós que, con su mirada, le busca y se tranquiliza cuando lo ve. Son un equipo perfecto y lo saben. Sus metas sólo las saben ellos pero su química empezamos a entenderla muchos.