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Ruidosa contaminación

Ruidosa contaminación

viernes 07 de mayo de 2010, 00:00h

Todos los campos de golf están expuestos a sufrir (o a producir) diversos tipos de contaminación. En un campo observar, de vez en cuando, algún acumulo de residuos tanto peligrosos como no peligrosos puede ser hasta habitual.

Podemos encontrar alguna sustancia fitosanitaria fuera de sitio (algo muy poco frecuente ya que el control llevado a cabo por los greenkeepers y sus equipos es muy alto) o el aumento de la contaminación atmosférica (ya sea por COVs, O3, SO2, NOx, CO2 u otros gases). Pero hay un tipo de contaminación que también debe tomarse en cuenta y que afecta directamente al golfista: el ruido.

 

Calificada como uno de los tipos de contaminación por emisión energética, el ruido está presente en casi todos los ámbitos de la vida. Nos despierta, nos acompaña al volante y caminando por la calle, intentamos evitarlo al trabajar o protegernos de él si es excesivo, nos encanta en un espectáculo pero no lo queremos cuando descansamos. Y tampoco cuando jugamos al golf. Durante un recorrido de 18 hoyos, durante cuatro horas, queremos dejarlo lo más lejos posible, aunque a veces sea muy difícil.

 

Muchos de los campos existentes en nuestro país, especialmente aquellos más antiguos que han sido engullidos por el desarrollo urbanístico de los últimos cuarenta años o que han sido sitiados por autovías, se encuentran actualmente muy cercanos a focos de emisión continuada de ruido. Quien le iba a decir, por ejemplo, a quienes ubicaron el Parador de Golf de Málaga (1925) cerca del aeropuerto (1919) que éste se desarrollaría tanto (al igual que la industria aeronáutica) que algunos de los profesionales del Open de Andalucía de 2010 tendrían que esperar antes de ejecutar un golpe porque el ruido provocado por el despegue o el aterrizaje de los aviones afectaría a su juego y a su concentración.

 

Otros tipos de contaminación por ruido dentro de los campos de golf también son (o deberían ser) controlados. Todas las casas comerciales fabricantes de maquinaria de mantenimiento investigan la forma de reducir decibelios para que cuando sus cortadoras, segadoras, etc., entren en funcionamiento afecten lo menos posible a los jugadores. Y también los propios jugadores intentamos velar para que el juego se desarrolle sin estridencias.

 

Sin embargo hay una particular fuente de contaminación por ruido que en los últimos tiempos se ha incrementado en algunos campos españoles. Gracias a la afición de algunos a querer disfrutar de mascotas exóticas y a soltarlas cuando ya el bicho no les hace tanta gracia, las cotorras argentina (Myiopsitta monachus) y de Kramer (Psittacula krameri) están proliferando excesivamente en los espacios verdes de las grandes ciudades y los campos de golf no se escapan a esta invasión.

 

Sus nidos coloniales tamaño XXL fácilmente identificables y sus incansables chillidos son la tarjeta de presentación de esta especie alóctona que además de llegar a alterar a los jugadores puede convertirse en una plaga y desplazar a especies locales como gorriones, mirlos o urracas entre otros.

 

Según la Sociedad Española de Ornitología, la cotorra es una verdadera amenaza para las especies autóctonas al tratarse de un pájaro agresivo y con gran capacidad colonizadora, que compite por el espacio y por alimento, además de resultar una vía de transmisión de enfermedades contra las que ni aves autóctonas ni personas están inmunizadas.

 

Los campos de golf a buen seguro encontrarán la forma de minimizar los efectos de la contaminación por ruido proveniente de las diversas fuentes comentadas (así como de mantener a raya a estas pequeñas gritonas); los jugadores, por nuestra parte, no deberíamos olvidarnos de echar una mano cuando tengamos la oportunidad para ello.
 

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