Acostumbrado a analizar imágenes, después de una prolongada experiencia profesional, me quedé con las que nos ofreció la tele de los dos españoles más destacados: Jiménez y Quirós. Ambos estaban en la segunda vuelta del último día en una magnífica posición para hacerse con el triunfo final, empatados en cabeza con Jaidie y Weswood. Es más, Quirós estuvo líder en solitario con doce bajo par.
Miguel Ángel, como siempre, sin descomponer el plano –según la terminología televisiva – bien fuera un magnífico golpe, o fallará un putt por tres milímetros. Álvaro, por el contrario, sonriente, cabeza alta. Eso sí, cuando todo transcurría por el camino del éxito, fundamentalmente cuando estaba en solitario a la cabeza de la clasificación. Cuando perdió esa condición de líder, automáticamente cambió el gesto. Ya no sonreía y su mirada siempre estaba proyectada no más de dos metros por delante de sus zapatos. Eso le llevó a cometer bogey en el 14 y 15 y doble en el 18 con bola al agua. Entiendo que no se esté para fiestas después de un fallo, pero un jugador de su talento ha de olvidarse de un mal golpe lo antes posible. En fin, no pudo ser. Otra vez será y sin tardar, seguro.
La otra cara de la moneda era Jiménez. Llegó al play off con Lee Weswood, un hueso duro de roer. Un jugador con una gran experiencia y curtido en mil batallas. Se necesitaron tres hoyos de desempate. Miguel, en honor a la verdad, no estuvo brillante en los dos primeros, pero supo esperar y no caer en la melancolía. Decidió, con buen criterio, esperar su ocasión y, por qué no, que el inglés fallara. Su perseverancia dio sus frutos y le pudimos ver con su puro y ese gran trofeo, que a buen seguro pagará exceso de peso en la compañía aérea.
Dos formas de actuar. Dos jugadores, uno veterano y otro joven. El talento solo no basta, ya que no solo le pasó a Quirós, sino que a Rory Mclroy , otro prodigio de pocos años, también se dejó arrastrar por las consecuencias de un mal golpe y perdió toda opción a la victoria. Estoy seguro que mantener el tipo no es fácil, pero un jugador que opte a lo máximo ha de saber contener y dominar los estados de ánimo.