El Real Club de Golf La Herrería, en San Lorenzo de El escorial, se está convirtiendo en un verdadero referente de todo lo que el golf puede hacer a favor del medio ambiente. Una de las últimas actuaciones en este sentido es el Plan de Reforestación en el que el club se haya inmerso y que incluye la plantación de más de 800 árboles de especies cuidadosamente seleccionadas.
Juan Díez de los Ríos, director regional de Cespa, empresa seleccionada para llevar acabo la reforestación, explicó detalladamente las medidas compensatorias de reforestación en el Real Club de Golf La Herrería. “Se han seleccionado, no sólo las especies, sino los ejemplares más adecuados y las ubicaciones idóneas”. Concretamente, se ha plantado Acer Campestre y Monpessolaum y Fraxinus Angustifolia procedente de Bélgica y Francia; Quercus Ilex, procedente de Extremadura y Quercus Pyrenaica procedente de Aliste y León.
De los Ríos mostró cómo se había llevado a cabo el transporte y la plantación concreta de cada ejemplar, con cepellones de yute biodegradables y protegidos con cinta de yute para evitar daños en las eslingas. La distribución de los árboles también se ha realizado teniendo en cuenta condicionantes como las profundidades edáficas, la perspectiva visual, el cromatismo, la integración en el paisaje circundante y la recuperación de especies autóctonas. En conjunto, el objetivo que cumple esta reforestación es densificar la cubierta arbórea y crear un gran valor paisajístico y forestal desde el mismo momento de la plantación.
Carlos del Álamo, decano del Colegio de Ingenieros de Montes, habló sobre las similitudes entre espacios naturales y campos de golf y explicó cómo desde la gestión privada se puede proteger y dar valor a esos espacios naturales. “Hoy se asimilan en muchos casos los campos de golf a espacios protegidos: se les exige un Plan de protección ambienta, disponer de un sistema de calidad ambiental y determinadas prácticas de gestión que son equiparables a las que se llevan a cabo en los mejores Parques Nacionales del País”, dijo. De hecho, en muchas comunidades autónomas es obligatorio que los campos realicen una Evaluación de Impacto Ambiental.
“Los campos de golf son microrreservas de naturaleza, tanto si su vegetación es anterior al campo, asegurando su continuidad, como si es de nueva plantación. Además”, continuó, “en todos lo campos de golf se establece una fauna asociada a su cubierta vegetal, que en muchos casos no existiría si no existiera el campo de golf”.
Como conclusión, señaló: “El campo de golf puede considerarse un espacio natural. La gestión privada de los campos de golf debe de ser un ejemplo de gestión de un espacio natural. Los objetivos de uso y conservación son semejantes y los instrumentos de gestión ambiental, bajo criterios de sostenibilidad, en ambas categorías de espacios, son hoy similares”.
Por su parte, Ángel Muñoz, coordinador de Jardines y Montes de Patrimonio Nacional, se refirió a la labor de esta entidad en la conservación y mejora de los espacios naturales pertenecientes a Patrimonio, entre los que se encuentra la finca de La Herrería. Habló de la función de conservación como la principal de esta zona. “Una función que se compatibiliza”, dijo, “con su uso social y deportivo”. Las actividades que hoy en día se desarrollan en el bosque de La Herrería “se centran en la conservación del ecosistema forestal que sustenta el monte, el uso social y el paisaje y deben cumplir objetivos como: asegurar la persistencia de los ecosistemas; aumentar la cantidad y calidad de los recursos renovables existentes en el monte y permitir a la población obtener beneficios tangibles (social) e intangibles (medio ambiente, paisaje…).
En cuanto a ese beneficio social para la población, cabe destacar que el uso que se realiza del campo de golf de La Herrería, o cualquier otro campo de golf, es muy superior al de otros espacios naturales protegidos. Carlos del Álamo ofreció datos interesantes al respecto: un campo de golf en España tiene una media de 500 jugadores por hectárea al año (en el caso de la Herrería esa media supera los 700), mientras que la media de visitantes en la mayoría de los espacios naturales (el 60 por ciento de ellos) no supera las 10 personas por hectárea y sólo el 6,5% presenta más de 200.
La remodelación de los segundos nueve hoyos de La Herrería se va a poner en marcha en próximas fechas. Los árboles recién plantados en el club van a tener una incidencia directa en esta remodelación, afectando, de forma diferente, a la estrategia del juego y a la percepción del campo que van a tener los jugadores. Rubén Palacios, arquitecto-diseñador de campos de golf, y autor del proyecto del rediseño, explicó a los asistentes las líneas maestras del proyecto. “Los nuevos árboles cumplirán en el futuro una importante función estratégica en determinadas zonas del campo; pero también ofrecerán un impacto visual positivo, creando sensación de profundidad y dotando al campo de variedad cromática”.
El Real Club de Golf de La Herrería es propiedad de Patrimonio Nacional y está gestionado por Interprestige. Fue inaugurado oficialmente en 1967 y está ubicado a tan solo ochocientos metros del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, en la Dehesa de La Herrería.
El Real Club de Golf La Herrería ostenta el “Premio Madera Verde de Responsabilidad Medioambiental 2005” y es el único campo de golf de la Comunidad de Madrid que cuenta con la certificación ISO 9001 en Calidad y 14001/2004 en Medioambiente. Ocupa 76 hectáreas de bosque que constituye un marco incomparable entre pinos y robles.
Como parte de su compromiso con el Mediombiente, el club lleva a cabo una serie de actuaciones de diversa índole. Así, en su Plan de Reforestación 2009 se incluye el arreglo y adecuación de los cauces de los arroyos que discurren por el campo de golf. Junto a estas nuevas acciones, el Real Club de Golf La Herrería tiene un acuerdo con la Sociedad Española de Ornitología (SEO) para el incremento del número de nidales de las aves insectívoras, todo esto siguiendo las directrices marcadas de preservación medioambiental.
Además, en La Herrería no se queman residuos orgánicos: por el contrario, se emplea un sistema de contenedores compactadores para fabricar compost que regresa al campo en forma de abono orgánico. Y, finalmente, se trata en todo momento de respetar al máximo las masas arbóreas de las zonas de sotobosque, para la preservación de la fauna que habita en ellas.