23 de febrero. Seis y media de la mañana y el despertador sonaba en España con la noticia del accidente de Tiger Woods. Por suerte, para Woods, por supuesto, pero también para el mundo del golf, un escueto comunicado publicado en Twitter por el hospital al que los equipos de emergencia habían trasladado a Tiger, nos tranquilizaba. Un poco al menos. “Está tranquilo, consciente y receptivo”, tres adjetivos que, en boca del director médico del Harbor-UCLA Medical Center, sonaban muy bien. Sobre todo, después de que la cadena televisiva CBS informase de los graves daños sufridos por el golfista.
De lo que no había lugar a dudas era de la gravedad del accidente. Así lo atestiguaban las imágenes del coche que conducía y que las cadenas locales nos proporcionaron desde todos los ángulos posibles, y del que tuvo que ser rescatado por los sistemas de excarcelación de los bomberos. Un impacto que, a todas luces, no iba más que ha complicar la recuperación de la operación de espalda a la que se había sometido y de la que se encontraba convaleciente.
Y eso es algo en lo que coincidieron los especialistas. Este digital entrevistó a Ignacio Guerras, presidente de la Federación de Golf de Madrid y médico traumatólogo, que aseguraba que el accidente y las lesiones causadas podrían convertirse en el “ocaso de la carrera profesional de Tiger Woods”. Pero como el Ave Fénix, parece que el astro volverá a resurgir de sus cenizas. Veremos en que nivel competitivo vuelve, aunque, como él mismo explicó en una reciente rueda de prensa, “todo marcha bien” y espera volver a jugar golf de alta competición.
Si (
No(
