El noriralndés Rory McIlroy era, sin duda, el gran favorito a la victoria en esta edición de la Chaqueta Verde. Venía jugando de maravilla y parecía que estaba con confianza pero tras las dos primeras jornadas en las que entregó sendas tarjetas de 73 y 71 golpes vio como sus opciones de luchar por la victoria se quedaban en casi nada después, sobre todo, de que hasta cinco jugadores terminaran con siete bajo par y hasta 20 estuvieran separados por apenas 4 golpes.
Con esos números, McIlroy necesitaba este sábado, en la jornada del movimiento, firmar una vuelta de escándalo, como hoy ha hecho Patrick Cantley por ejemplo, con -8. Pero McIlroy no está jugando con la alegría de otras citas. Quizá la presión de querer ganar el único Major que le queda haya podido con él, pero una vez más sus opciones de cara al último día apenas si pesan en la clasificación general y sólo un milagro podría meterle mañana en la lucha por la famosa Chaqueta Verde.
Hoy McIlroy terminaba sus nueve primeros hoyos con un solitario birdie al 4 y dos bogeys al 8 y al 9 para acabar esa primera parte de la vuelta con +1. En la segunda, su juego se revolucionó un poquito más y sus números parecieron mejorar firmando dos bogeys al 11 y al 18, con birdies al 10, al 13 y al 16 y un gran eagle al 15 que le dejaban con ese total de -1, rondando la cuadragésima plaza cuando terminaba su tercer recorrido.
Pobre bagaje para el gran favorito a la victoria que tendrá que esperar otra ocasión para luchar por el último Major que le queda por ganar.