Es cierto que el británico tiene una virtud natural a la hora de optimizar los modernos F1. Su excelente percepción e interpretación de la superficie de la pista le permite pilotar su vehículo de manera natural. Su compañero de equipo Nico Rosberg, por referenciarlo con su único rival en la pista dada la diferencia de prestaciones con el resto de monoplazas en parrilla, trabaja mucho la trazada y tiene que pensárselo mas en cada curva. Kimi Raikkonen hace magia con el tren trasero pero tiene problemas con la entrega de potencia de los turbos, es muy bueno para conseguir acortar metros en las trazadas.
Alonso es, sencillamente, el mejor de todos teniendo en cuenta la configuración de los F1 actuales, propulsión trasera, alta potencia y par motor, y neumáticos anchos capaces de generar de 2,5 a 4,3 G en curvas. Su actitud, hasta ahora, en pista es incomparable y no debería resultarle difícil ganar a Hamilton en igualdad de condiciones, ya lo ha conseguido en muchas ocasiones, pero vendió sus posibilidades por “un plato de lentejas”.
Podríamos comparar a Lewis con el veterano y clásico Jenson Button que se maneja muy bien con el cambio de pesos pero para que esto sea eficaz necesita un monoplaza muy bien equilibrado, el que no dispone. También con el joven Verstappen siempre concentrado en los ritmos y en no destrozar los frenos con un pilotaje muy inteligente.
Llegaríamos a destacar la mejor característica de cada uno de los pilotos del mundial de F1 pero tememos no ser capaces de grabar en la mente de Anthony Hamilton que su hijo se convertiría en un piloto vulgar, tanto como los que el menosprecia, si no estuviera sentado en el imbatible Mercedes.
Como decía Schiller, no es la carne y la sangre, sino el corazón lo que nos hace padres e hijos.