El Open Championship es el único evento deportivo del mundo donde puedes ponerte delante del televisor a las 7:30 de la mañana y levantarte a las diez de la noche. Casi 15 horas ininterrumpidas de sucesión de golpes de golf, salpicadas de paisajes idílicos y una brisa marinera que nos hace escapar del soporífero verano español. Han leído bien, 15 horas, y es que la primera ronda del torneo más antiguo y prestigioso del mundo se les fue de las manos. Cinco horas tardó el primer threesome en completar 18 hoyos sin ningún partido delante que frenara su ritmo de juego. ¿Por qué nadie penalizó a Harrington, Hojgaard o McKibbin? Ya desde el primer partido el torneo se convirtió en una tortura. Es escandaloso el ritmo de juego de los mejores profesionales del mundo, que en semanas como estas, con la excusa del viento y la lluvia, se hace insoportable. Pero ahí está el Royal & Ancient y las 67 personas invitadas esta semana que conforman el comité de reglas, entre árbitros, oficiales o expertos de los comités venidos de todas partes del mundo, todos partícipes de este gigantesco paripé que atenta directamente contra la popularidad de este deporte. Ni una penalidad. La versión oficial es la comprensión ante la complejidad de un campo links con viento, con pares cinco en los que se llega... La versión desde fuera es la incomprensión de que este problema les resbala, uno de los más serios que tiene nuestro deporte. Sigan con sus dietas federativas disfrutando del Open.
Más allá del desahogo en el inicio de esta crónica atípica, cuatro jugadores se han repartido el protagonismo tras los primeros 18 hoyos del último major de la temporada; Jacob Skov Olesen (67, -4), el líder más madrugador, que hace un año era todavía amateur y fue el primer danés de la historia en conquistar el British Amateur. Olesen, ya con 25 años, logró la tarjeta del PGA Tour en noviembre y decidió romper su estatus de aficionado para comenzar a facturar, en detrimento de perder la opción de jugar el Masters de Augusta y el Open Championship, para los que estaba clasificado si hubiera mantenido la condición de golfista aficionado. Del Open se ha podido vengar, clasificándose en las previas, y el Masters está entre sus deudas pendientes. Este año quiso acercarse, por lo menos, a conocer el campo en las rondas de prácticas, pero fue justo el día de las tormentas que el campo se cerró. El destino quiere que la primera vez que Olesen pise Augusta National sea como participante.
Junto al danés, el chino Haotong Li, el inglés Matt Fitzpatrick, el sudafricano Christiaan Bezuidenhout y el norteamericano Harris English comparten el -4, el grupo más numeroso de líderes tras los primeros 18 hoyos en el Open desde 1938. English llegó a ponerse con -5, pero el viento complicó el comienzo y final del día. Aunque las dificultades para English ya llegaron la semana pasada cuando a su caddie Eric Larson no le dejaron entrar en Reino Unido por una antigua condena de drogas, por la que llegó a pasar 10 años entre rejas. El español Ramón Bescansa, instructor de English y caddie habitual de Abraham Ancer, le está llevando los palos esta semana.
Como podrán leer en El Periodigolf, la actuación española esta jornada ha sido sobresaliente. Hacía mucho tiempo que no teníamos en el top-20 a tres españoles en un Open. Rahm, García e Hidalgo saldrán a tres golpes del grupo de cabeza.
Scottie Scheffler (-3, 68) sigue metiendo miedo con solo tres calles cogidas en toda la jornada. El tejano quitaba hierro a la estadística. Rory (-1, 70) empezó mucho mejor que en 2019, donde su primer golpe se fue fuera de límites para comenzar con un cuadrúple bogey, pero tampoco se le ha visto excesivamente fino al norirlandés.
Empatado con Scheffler tenemos al tailandés Sadom Kaewkanjana, ordenado como monje budista, y al gladiador Tyrrell Hatton (mi favorito). En la parte de veteranos, destacar el enorme -2 de Lee Westwood, con el permiso de Montgomerie, el mejor jugador de la historia sin un major, y Phil Mickelson arrancó también bajo el par (-1).
El espectáculo del Open nunca decepciona, aunque esperemos que en las jornadas venideras lo hagan en mucho menos tiempo, por el bien del golf y los espectadores que lo sufrimos.