Como ocurrió en el 2011 cuando no fuimos elegidos para albergar la Ryder del 2018 en Madrid, que se disputará en Francia. Como cuando no nos dieron los Juegos Olímpicos.
Teníamos un campo fantástico, el PGA de Cataluña, todo tipo de facilidades, un inversor dispuesto a tirar la casa por la ventana y… ¿por qué una vez más, NO? Mi opinión es que arrastramos el hándicap de haber sido el primer país en sacar las Ryder de las Islas Británicas (Valderrama 1997), por mucho que nos empeñemos, esa es nuestra principal barrera. Además la apuesta que ha hecho en el último momento Italia de subir los premios en los próximos torneos a unas cantidades de locura que, como bien dice el Presidente de la RFEG, Gonzaga Escauriaza podría ser peligrosa para el Open de España. Y por último, no nos engañemos, el campo es maravilloso pero no estaba, quizás, en el lugar más indicado para el momento actual.
No quiero entrar en política pero remontémonos a la Ryder del 2014. El campo elegido, Gleneagles, en Escocia, cuna del golf. Todo se desarrollaba con absoluta normalidad hasta que la independencia de Escocia va cogiendo cada vez más peso hasta llegar a la celebración de un referéndum el día 18 de septiembre, tan sólo una semana antes del comienzo de la Ryder Cup. ¡Qué situación más complicada! Lo que parece una tontería pues es un evento deportivo puede girar en un evento político y eso es de lo que debe huir toda competición deportiva que se precie.
En fin, que nos hemos quedado vacíos. Y literalmente vacíos porque la apuesta por la Ryder Cup ha dejado de lado otras competiciones que deberían haberse celebrado, como son el Open de España Femenino y la Solheim Cup; pero quizás los recursos y la energía necesarias se han tenido que concentrar en un solo evento.
Confío en que la apuesta por albergar la Solheim Cup, que nunca hemos tenido en España, se reavive y seamos sede en un futuro de esta competición, y entonces podremos decir con la cabeza bien alta que España ha sido sede de los mejores eventos mundiales de golf.