Pero claro, lo que se impone ahora es hablar del Open que comienza pasado mañana, y que parece seriamente atacado por los jugadores americanos antes de empezar. Por un lado la incontestable victoria de Rickie Fowler en el Open de Escocia vuelve a poner de manifiesto que el chaval no es un “bluff” como se decía, y que su juego se adapta perfectamente a los “links”, algo muy recomendable para disputar el tercer Grande de la temporada.
Este jugador tiene rachas, como casi todos, pero cuando se le ve tocado por la mano de Dios, o de St. Andrews, el que lleve el negociado del golf, no hay quien le pare. Ya tuvo un final de torneo en el The Players en el que hizo los muchos “birdies” que necesitaba y el domingo repitió la jugada y dejó con un palmo de narices a Matt Kuchar y a Raphael Jacquelin. Un hurra por Fowler y muchos ojos puestos en él porque creo que ya nadie duda de que antes o después ganará un Gran Slam y perfectamente podría ser el Open.
Mientras en Europa ocurría todo esto, en el Circuito Americano volvía a ganar Jordan Spieth, que es otro al que no se le puede dar a oler la sangre porque le sale el instinto asesino y gana sin aparente esfuerzo. Lleva cuatro victorias esta temporada, y no olvidemos que dos de ellas son los dos primeros Grandes ya disputados, Masters y U. S. Open.
Nunca, diría que ni cuando Tiger era Tiger, ha habido más riesgo de que un jugador complete el Gran Slam en el mismo año. Mucho cuidado con Spieth, que en el Open Americano ya demostró que los “links” no le van nada mal, y podría dar la campanada sin torcer el gesto.
Claro que preferiría que ganara uno de los españoles, pero tras ellos pongo a Jordan, que sin aspavientos ni grandes heroicidades, pero con un juego sólido en todos los aspectos es capaz de ganar a cualquiera, y no tengo duda de que lo va a intentar con tanto ahínco como el que más, pero con más posibilidades que casi todos. En fin, dos días y empieza el Open más apasionante de los últimos años…