lunes 18 de junio de 2012, 00:00h
Un Major, por muy US Open que sea, no puede desvirtuar un deporte como es el golf de la manera que ha hecho esta semana. Ver a los mejores jugadores del mundo terminar con escandalosas cifras sobre par no me produce ningún placer. Es como si en una semana cambiara todo lo establecido para intentar demostrar que los mejores jugadores del mundo son solo buenos en campos fáciles y que el golf es en si mismo una tremenda mentira. Lamentable.
Ver a jugadores como Mickelson, McIlroy, Woods, García y tantos otros forrarse literalmente en un campo de golf y en un torneo como el US Open me da verguenza ajena.
El golf no es como nos lo quieren enseñar los rectores de la USGA. No conozco ningún deporte que dificulte las condiciones de la cancha para hacer más difícil su práctica a los deportistas. Quizá en la actuación de la USGA en los últimos años prima más el mirarse el obligo y presumir de lo dificil que pueden poner un campo que preguntarse quienes son los verdaderos protagonistas del torneo.
¿Se imaginan que en Roland Garros decidieran poner la tierra muy humeda para que los jugadores no pudieran resbalar bien, o que en las pruebas de los mundiales de Formula 1 o Moto GP no hubiera protecciones para los pilotos cuando se salieran de pista, o que en el Tour de Francia echaran piedrecitas en la carretera para que en las bajadas de los pirineos los corredores tuvieran más complicado el descenso?
Hace sólo unos días, con ocasión de la disputa del primer partido de España en la Eurocopa de Pololnia y Ucrania, el combinado español protestó airádamente por que el cesped del campo en el que jugó su primer partido estaba demasiado alto. Los tenistas del Open de Madrid celebrado hace unas semanas en la capital de España también protestaron por el color de la tierra -azul- y por la cantidad de sal echada a la arena que impedía que resbalaran con normalidad.
El terreno de juego de cualquier deporte no puede ser el protagonista de un evento de la importantancia, en este caso de un Major de golf, por más que se empeñen sus organizadores. Los protagonistas deben de ser los jugadores. Son ellos los que atraen a los espectadores, los que hacen que las audiencioas de la TV crezcan, son ellos los que consiguen que las marcas de material vendan sus productos y son ellos también los que hacen divertido un torneo de golf.
Los campos son sólo una parte del show, pero ni mucho menos el principal. Darle tanto protagonismo, hacerlo tan dificil -casi impracticable- y además de manera antinatural me parece vergonzoso. Poner un green duro como las piedras, rápido como el hielo, con calles estrechas hasta la exageración y coun un rough lamentablemente espeso y alto no hace más que poner en evidencia a la USGA y a su idea de lo que debe de ser un torneo de golf.
Ayer, tras terminar el torneo, alguno de los dirigentes del US Open terminarían muy satisfechos al ver que ninguno de los 72 mejores jugadores del mundo fueron capaces de conseguir bajar del par del campo. Pues mejor para éllos. Las imagenes que pudimos ver desde la televisión y las declaraciones de muchos de los jugadores no dejaban lugar a dudas.
Si yo pudiera jugar en el Olympic, les aseguro que no lo haría. El golf es otra cosa, es mucho más natural que todo eso y ridiculizar a los jugadores, ponerlos a los pies de los caballos no es la solución para hacer más grande un torneo como el US Open.
Al final este segundo Major de la temporada no es más que una piedra en el camino en la carrera anual de muchos profesionales que van porque no les queda más remedio que ir. Sin embargo, posturas como las de Paul Lawrie empiezan a tener sentido. El escocés decidió no jugar el torneo ante las condiciones del campo impuestas por la USGA. Chapeau.
¿Se imaginan hoy lunes a los socios del Olympic Club jugando en ese campo el post US Open? Alguno seguro que no vuelve en dos meses, hasta que el recorrido vuelva a la normalidad. Esta vez, un cero para la USGA.