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Rueda a rueda con Seve

Rueda a rueda con Seve

sábado 07 de mayo de 2011, 00:00h
Cuando Severiano Ballesteros ganaba torneos por el mundo, servidor no se preocupaba por el golf ni por los golfistas. Cuando Ballesteros era el deportista español más reconocido, valorado e importante en el mundo, este periodista desconocía lo que aquel cántabro estaba haciendo por el deporte de nuestro país. El golf y Seve Ballesteros seguían siendo dos desconocidos para mi y para muchos millones de españoles, que ni sabían ni les preocupaba eso del palito y bla bolita con la que algunos ricos pasaban su tiempo en un campo plagado de hoyitos.
Conocí a Severiano personalmente,  subiendo el Tourmalet en uno de los muchos momentos de ciclismo que disfrutamos juntos, él como aficionado y yo como enviado especial de RNE o de TVE. Severiano era un gran deportista practicante y seguidor de todos los deportes donde hubiera un español compitiendo.


El ciclismo era su otro deporte. Admiraba y elogiaba a todos los que se subían a una bicicleta, pero tenía especial predilección por Miguel Indurain y por Pedro Delgado. Le gustaba siempre que su tiempo se lo permitía, sentarse junto a Eusebio Unzue o Miguel Echevarri, para vivir el ciclismo desde dentro.

 

Ballesteros también era aficionado de cuneta, de esos que madrugaba para subirse a lo más alto de una montaña y esperar la llegada de los “pedalistas”. Viví muchas etapas viéndole disfrutar como a un niño desde el coche de equipo. Preparando el avituallamiento, la toalla, el bocata o dándole al mismísimo Indurain un bidón de agua. Disfrutaba con el ciclismo, con el deporte y con sus practicantes, profesionales o aficionados.

 

Probablemente yo juego al golf, mal, por culpa de Ballesteros ya que él me hablaba de su deporte con tanta pasión, que le envidiaba al explicarme lo que significaba hacer un par 5 en Augusta. Se le iluminaban los ojos al relatarme algunos de sus golpes en Saint Andrews o en su campo de Pedreña. Las explicaciones de sus primeros golpes enm la playa de su pueblo, eran para hacer una película. Y, se le humedecían  sus pupilas de rabia, cuando recordaba como en la televisión de su país, hablaban de caballos mientras  él ganaba lo que ganó y Matías Prats no pudo contárselo a los españoles en directo.

 

Ballesteros sufrió la incomprensión de muchos durante muchísimo tiempo, él y el deporte del golf. Ballesteros siempre defendió que el golf es un deporte para todos y que solo había que mirarle a él.


Siempre tendré en mi memoria su cariño hacia mí. Cada encuentro era una alabanza y diez críticas constructivas a mi trabajo profesional, por detalles en los que yo ni me había percatado. Una sonrisa o una mirada, me decía, te puede hacer más o menos querido por el deportista. “Los deportistas necesitamos más el cariño que otros profesionales y no nos mires de reojo que si no te vemos lo sentimos”. Nunca me negó unos minutos de su ocupadísimo tiempo, incluso en sus últimos meses de vida me atendió con el cariño de siempre.

 

Ballesteros fue uno de los que más me incitó para que practicara ese deporte maravilloso en el que él fue un genio. Un fenómeno que cuando en España sólo perdíamos, Santana, Nieto y él ganaban. Ellos entre otros dieron a los deportistas españoles el gen ganador que actualmente tienen y tenemos también los aficionados.

La próxima vez que perdamos algún título me acordaré de él y de sus lecciones: en la derrota siempre fui más grande y tú también deberías serlo cuando pierdan los nuestros. Me aplicaré el cuento amigo y prepárate que a las puertas del cielo te espera tu paisano Juan Manuel Gozalo para una de sus geniales entrevistas. Enróllate con él que como tú era un genio y que además, ninguno de los dos sois tan “duros” como en vida os han querido poner.

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