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Tiger Woods, el nuevo flautista de Hamelin

Tiger Woods, el nuevo flautista de Hamelin

miércoles 30 de marzo de 2011, 00:00h
¿Qué tiene Tiger Woods que sigue atrayendo al público allá donde juegue a pesar de que sigue quedando no ya lejos de la cabeza, sino en muchas ocasiones por debajo del vigésimo puesto? ¿Porqué los grandes del golf mundial no tienen tanto enganche? Preguntas que se hacen desde Estados Unidos y que intentan justificar los más de 500 días que se cumplen sin victoria de Tiger Woods.
Está claro que cuando un aficionado llega a un torneo del circuito americano donde está Tiger Woods inmediatamente llega al tee del 1 y a la hora de la salida del número uno mundial aquello está de bote en bote. Da lo mismo que Tiger esté jugando fatal, que no gane desde hace más de 500 días, que su swing esté en construcción o que ya no sea el que era.

Los estadounidenses son muy suyos y lo de Tiger traspasa fronteras. Está claro que cuando Woods está en el torneo, las audiencias suben hasta el 50%, la venta de entradas mejora hasta límites insospechados, el torneo es rentable económicamente y la gente disfruta del golf mucho más.

Sin embargo, la realidad es la que es. Tiger está jugando mal. No gana, se mantiene en el quinto puesto del Ranking Mundial gracias a réditos anteriores y aunque la gente abarrota las calles y tees que el juega está empezando a cansarse.

Es cierto que los aplausos ya no son tan sonoros y que un paseo entre el gentío para ver un gran golpe ya no compensa tanto si no  hay emoción por la victoria o Tiger ya no gana como antes.

En cualquier campo donde está Tiger están también los mejores jugadores del mundo, los Lee Westwood, Martin Kaymer, Justin Rose, Luke Donald o cualquiera que esté luchando por el número uno mundial. Sin embargo, para los estadounidenses parece que lo único que importa es Tiger y que ni las audiencias ni el público tienen interés en otras cosas.

Visto lo visto y las tendencias de un Woods errático, parece que los aficionados, sobre todo americanos, tendrán que conformarse con seguir a un flautista de Hamelin que los atrae con su música y con su swing. Su sola presencia revoluciona a los aficionados que quieren ver a un mito triunfar o que siguen con el morbo de ver a un mito hundirse en el fondo del precipicio. Quizá las cosas van más por ahí.
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