Mientras que el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, defendía en Lisboa que las tropas de la OTAN deberían intentar mantener los plazos de salida de Afganistán -que se van a fijar de forma general para finales de 2014- siempre y cuando quede garantizado que el país cumple con los objetivos de "seguridad" y "desarrollo" que motivaron esa presencia, allí, en Afganistán intentan seguir viviendo con toda la normalidad que es posible una situación de guerra que, prácticamente, lo ha destrozado casi todo.
Muy lejos de allí, a muchos miles de kilómetros, en Guangzhou, en China, se disputan
desde el 12 de noviembre y hasta el 27 de este mismo mes, la décimo sexta edición de los Juegos Asiáticos. Una especie de Juegos Olímpicos para Asía en la que 67 afganos participan en 13 disciplinas deportivas, intentando olvidare de lo que sucede en su país.
Hasta ayer, el balance era excepcional para ellos con una medalla de plata y otra de bronce. En golf, una de las diciplinas que este año se disputan en los Juegos, -empezó a jugarse en Nueva Dheli en 1982- Afganistan también ha tenido representantes. Ali Ahmad Fazel y Asmatullah Sarwaree. Los dos han tomado parteen el torneo individual masculino donde terminaron, tras cuatro jornadas, con 467 golpes (+179) y 404 (+116), respectivamente.
Muchos de ustedes se preguntarán que ¿cómo es posible que en una competición de este nivel se puedan dar estos resultados, más de un hándicap 25 que de un buen jugador? La respuesta es muy sencilla: seguramente, porque las condiciones en las que habitualmente juegan y entrenan -por llamarlo de alguna manera- Fazel y Sarwaree no sean las mejores.
El torneo en China se disputó en el Dragon Lake Golf Club, un precioso recorrido de 18 hoyos, por supuesto, de hierba natural. Una superficie en la que ni Ali ni Hasmatullah había jugado antes en su vida. En Kabul, donde los dos viven, pisar una mina es algo habitual. Afortunadamente para ellos, el Kabul Golf Club no tiene ninguna mina, por lo menos nunca ha estallado ninguna. Son 9 hoyos, no tienen una brizna de hierba y las calles son de arena mezclada con aceite para que se asiente mejor.
Sarwaree es taxista y se pasa en el coche 10 horas diarias. El trabajo le da unos 200
dólares mensuales, una cantidad muy similar a lo que le de la Federación de su país para que entrene al golf. Allí no tiene tanta suerte, pero también vive apasionado por este deporte. Los dos quieren ser profesionales y entrenan todos los días en un recorrido en donde hay cierta seguridad, si comparamos lo que tienen alrededor.
A 20 minutos de Kabul, el campo fue inaugurado hace 40 años, y sus 9 hoyos han resistido guerras, minas, desórdenes de todo tipo y el desinterés de todos por adecentarlo un poco. Sin embargo, el Kabul Golf Club sigue en pie y cada día recibe a aficionados locales y extranjeros que se colocan en sus tees ilusionados por jugar en un lugar único. Eso si muy diferente al Dragon Lake Golf Club y a cualquier campo de golf normal del mundo.
Lamentablemente, en Portugal, en Lisboa, en la cumbre de la OTAN, nadie hablará del Kabul Golf Club, ni de la ilusión de estos deportistas, ni de los 179 golpes más que dieron sobre el par del campo. Hoy o mañana, Alí y Hasmatullah volverán a Kabul, a su día a día y a su campo de tierra esperando y rezando para un día hacerse profesionales y sobre todo para que cuando den un golpe, sea la bola la que salga volando y no ellos.