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Centro Nacional de Golf

Agua reciclada y solidaridad: el compromiso ambiental de los campos de golf

Agua reciclada y solidaridad: el compromiso ambiental de los campos de golf

Por Guillermo Salmerón
viernes 20 de junio de 2025, 18:46h

En los meses de verano, cuando el calor aprieta, el viento se levanta y la humedad desaparece de los suelos, la amenaza de los incendios forestales se convierte en una realidad cada vez más frecuente y alarmante. En este contexto de emergencia climática, hay infraestructuras que, sin pertenecer directamente al tejido de protección civil, juegan un papel inesperadamente crucial en la lucha contra las llamas: los campos de golf.

A menudo percibidos por una parte de la opinión pública como espacios recreativos exclusivos o ajenos a las preocupaciones medioambientales, los campos de golf son, en realidad, auténticos aliados en la gestión del territorio, la conservación de la biodiversidad y, sorprendentemente para muchos, en el apoyo operativo a las fuerzas de seguridad y emergencias cuando se enfrentan a incendios de magnitud. Uno de los recursos más valiosos que ofrecen en estos momentos críticos es el agua embalsada en sus lagos, lagunas y zonas de almacenamiento, indispensable para la carga de helicópteros y aviones en plena operación contra el fuego.

No es infrecuente, especialmente en regiones como la Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana, Andalucía, Cataluña o las Islas Baleares, que en los meses de julio y agosto se active el protocolo de colaboración entre los campos de golf y los servicios de extinción, para que los helicópteros hidrantes puedan cargar agua directamente desde los lagos situados en sus terrenos. Estas lagunas, que normalmente forman parte del diseño paisajístico y funcional del campo —regulando riegos, drenajes y creando hábitats húmedos—, se convierten de repente en depósitos de emergencia de vital importancia.

A diferencia de otras masas de agua de difícil acceso o mayor distancia, los lagos de golf suelen estar perfectamente habilitados para la carga aérea: son abiertos, libres de vegetación emergente, están bien cartografiados y muchos de ellos cuentan con accesos despejados y zonas preparadas para emergencias. Esto reduce el tiempo de recarga, permite mayor eficiencia operativa y minimiza el riesgo para los pilotos. En incendios donde cada segundo cuenta y el fuego avanza a razón de hectáreas por minuto, disponer de un punto de carga cercano y seguro puede suponer la diferencia entre un perímetro controlado o una catástrofe ambiental.

Además, la voluntad de colaboración del sector es total. En la mayoría de los casos, los campos de golf ponen a disposición de las autoridades no solo sus lagos, sino también sus caminos de servicio, sus sistemas de bombeo e incluso al personal técnico que conoce en profundidad la red hidráulica del terreno. En ocasiones, como ha sucedido en múltiples incendios recientes en el levante español, se habilitan zonas de apoyo logístico donde los cuerpos de emergencias instalan centros de coordinación o descanso provisional, aprovechando instalaciones auxiliares como parkings, accesos o incluso casas club. Esta disposición no es puntual ni improvisada; forma parte de una cultura creciente de sostenibilidad y responsabilidad compartida que está calando cada vez con más fuerza en el mundo del golf.

Y eso es precisamente lo que pasó ayer en el Centro Nacional de Golf, en la capital de españa donde los helicopteros de Protección civil y del cuerpo nacional de bombreos tomaron agua de sus lago para apagar un fuego cercano.

De hecho, el compromiso medioambiental de los campos de golf contemporáneos va mucho más allá de la mera cesión de agua en caso de incendio. En los últimos años, el sector ha hecho un esfuerzo decidido por reconvertirse en un modelo de gestión ecológica, apostando por prácticas de riego sostenible, uso de especies vegetales autóctonas de bajo consumo hídrico, fomento de corredores verdes y un impulso claro a la economía circular. Buena prueba de ello es que una gran mayoría de campos de golf en España ya riegan exclusivamente con agua reciclada: aguas regeneradas procedentes de estaciones depuradoras urbanas, que tras ser tratadas vuelven a integrarse en el ecosistema mediante sistemas de riego tecnificados de alta precisión. De este modo, no solo se evita el consumo de agua potable, sino que se ofrece una salida útil a caudales que de otro modo serían vertidos al mar o al subsuelo.

Este enfoque de reutilización convierte a los campos de golf en actores clave dentro de la política hídrica moderna. Al utilizar agua regenerada y conservarla en lagunas artificiales, contribuyen no solo a la eficiencia en el uso del recurso, sino también a la resiliencia del paisaje en épocas de sequía. Las láminas de agua aportan humedad, moderan la temperatura local y generan microclimas que benefician tanto a la fauna como a la flora de su entorno. En muchos casos, estos espacios se han transformado en verdaderos refugios ecológicos para aves, anfibios y especies vegetales que encuentran allí un hábitat seguro frente al avance de la urbanización.

Este papel de “infraestructura verde” cobra especial sentido en un país como España, donde la climatología mediterránea, cada vez más influida por los extremos del cambio climático, dibuja veranos más largos, secos y peligrosos. En estas condiciones, tener superficies bien cuidadas, con vegetación controlada, cuerpos de agua disponibles y personal capacitado en gestión del entorno, representa un valor añadido para la protección civil. Lejos de ser meros “lujos recreativos”, los campos de golf —al menos los que cumplen con estos estándares— se perfilan como nodos estratégicos en la red territorial de prevención y respuesta ante catástrofes naturales.

No es casualidad que organismos como la Asociación Española de Campos de Golf (AECG), la Real Federación Española de Golf y diversas entidades autonómicas trabajen desde hace años en protocolos de colaboración con los cuerpos de bomberos y protección civil. A través de convenios y planes de actuación específicos, los campos se comprometen a mantener accesos en condiciones, identificar puntos seguros de carga de agua, actualizar datos cartográficos e incluso participar en simulacros. Este vínculo es tanto más importante cuanto mayor es el nivel de riesgo forestal de la zona en que se ubican.

Por supuesto, esta implicación también conlleva un ejercicio de responsabilidad comunicativa. El golf, durante años, ha sido objeto de una imagen pública marcada en ocasiones por estigmas y generalizaciones injustas: consumidor excesivo de agua, espacio elitista, uso intensivo de recursos. Sin embargo, la realidad actual —respaldada por informes técnicos y estudios universitarios— es mucho más matizada. Hoy, en pleno 2025, los campos de golf españoles han dado un salto cualitativo hacia modelos de gestión ambiental que los sitúan a la vanguardia de la sostenibilidad deportiva, tanto en eficiencia hídrica como en integración ecológica.

Por eso, no resulta extraño ver cada vez más noticias de helicópteros cargando agua sobre campos de golf durante grandes incendios en la península. Ni tampoco debería sorprender que estos espacios estén perfectamente preparados para ello. Más aún, en un escenario climático donde los incendios forestales no solo son más frecuentes, sino también más intensos y difíciles de controlar, disponer de infraestructuras que aportan soluciones tangibles y de rápida activación se convierte en un pilar fundamental para proteger nuestros bosques, nuestras casas y nuestra biodiversidad.

En resumen, en los días más tórridos del verano, cuando el cielo se cubre de humo y el bosque se convierte en un tablero de fuego, los campos de golf dejan de ser una estampa tranquila para convertirse en parte del frente. Con su agua reciclada, sus lagos accesibles, su personal colaborador y su voluntad firme de apoyar, se transforman en aliados discretos pero vitales de quienes, desde tierra o aire, luchan contra las llamas. Son espacios verdes, sí, pero también solidarios, comprometidos y cada vez más conectados con las necesidades del territorio del que forman parte.

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