El WM Phoenix Open es, sin lugar a dudas, uno de los torneos más especiales de la temporada del PGA Tour. Cerca de 600.000 espectadores, muchos de ellos universitarios, acuden al TPC de Scottsdale, en Arizona para disfrutar del golf, de uno los mejores torneos del mundo y de una fiesta eterna que dura casi una semana, dentro y fuera de las instalaciones del campo de golf.
Esta semana el hoyo 16, un par 3 de apenas 129 menos, reunía en sus gradas a más de 20.000 enfervorizados espectadores que con paciencia veían pasar a todos y cada uno de los jugadores del torneo esperando a ver si alguno lograba el ansiado hoyo en 1 en uno de los hoyos más carismáticos del mundo. Un hecho que se producía por partida doble, el sábado con Samuel Ryder y el domingo con Carlos Ortíz.
¿Y para que? Pues sencillamente para celebrarlo, según ellos, de la mejor manera posible, que no es otra que inundar el hoyo de cientos de latas de cerveza llenas o vacías tiradas desde la grada a calle y green y que luego con inmesa paciencia tienen que recoger los operarios del campo y colaboradores de Waste Management -empresa que se dedica al reciclado de materiales- para dejar en condiciones el hoyo para que siga el juego.
Una imagen que a alguien puede parecer simpática, hilarante y divertida, pero que no hace demasiado bien al deporte y, sobre todo, al deporte del golf. El grado etílico de muchos de los espectadores del torneo es elevado y el espectáculo ofrecido, sobre todo el sábado y el domingo en este torneo es poco edificante.
Ojalá que los rectores del torneo, de la empresa patrocinadora y del PGA Tour tomen medidas pronto y el año que viene no volvamos a ver imágenes como esta.
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