Es habitual comparar a España con Francia, Italia o Alemania. Parece que son nuestros países casi gemelos y que deberíamos estar a su nivel en todo o en casi todo. Cuando los términos que comparamos son económicos o de vanguardia tecnológica no es raro que nos peguen un repaso bastante acusado, pero aquí hablamos de golf. Ja.
Si en estos tres países, y verás que hábilmente no he incluido a Gran Bretaña, hay un programa de radio sobre golf, posiblemente presentado y dirigido por un Guillaume, Guglielmo o Wilhem, y con otro Guillaume, Guglielmo o Wilhem haciendo la despedida, cuando este último tenga que decidir el tema de su sección cada fin de semana, seguramente se pondrá melancólico comparándose con España.
En la actualidad juntas los resultados de Jon Rahm con los de Sergio García, Rafa Cabrera, Miguel Ángel Jiménez y las chicas de nuestro golf femenino, Azahara Muñoz y Carlota Ciganda y ya tienes la mitad de los fines de semana cubiertos. Vale, pues este pasado domingo se unió a la juerga Adrián Otaegui, y lo hizo de un modo brillantísimo por el que hay que felicitarle mucho, mucho, mucho.
Adrián había comenzado la primera jornada del Scottish Championship con un menos diez, sesenta y dos fantásticos golpes, que sumados a los menos nueve del domingo ya hacían el menos diecinueve que consiguió Matt Wallace, su perseguidor más enconado como resultado final.
Como Otaegui logró dos setenta, viernes y sábado, terminó el torneo con cuatro golpes de ventaja sobre el inglés para conseguir su primera victoria “medal play” en el Circuito Europeo. Creo que los aficionados teníamos más ansia por su victoria en un torneo convencional que el propio Adrián, que ya había ganado un Match Play en 2017 y el Belgian Knockout en 2018, una mezcla de partidos la mitad “Medal” y la otra mitad “Match Play”.
Bueno, lo cierto es que el último día jugó como el campeón que es, hizo de largo la mejor vuelta del día y resultaba insultante verle golpear el “drive” a la calle, el “aproache” al “green” y el “putt” al hoyo sin aparente esfuerzo y con la lógica envidia de sus competidores. La misma envidia, por cierto, que tienen nuestros colegas de la radio europea cuando se comparan con nuestro golf.