“Arnie”, el gran Arnold Palmer, se ha ido dejando al golf huérfano de una de sus mejores leyendas. Ganador de siete Majors a lo largo de su carrera y sesenta y dos torneos en la PGA, este estadounidense que le dio al golf una visión mucho más comercial de este deporte fue también uno de los grandes impulsores y valedores de la Ryder Cup, donde jugó seis veces con un balance de seis victorias y ninguna derrota y ejerciendo de capitán en dos ocasiones, una en 1963, compaginando las labores de jugador-capitán, y la segunda en 1975, ya solo como capitán del equipo.
Seguro que esta semana en Hazeltine, la Ryder Cup rendirá un merecido homenaje a un hombre que, además de ser uno de los más grandes golfistas de la historia, fue un filántropo único. Sus acciones solidarias, su ayuda a los más necesitados y su apoyo económico con millones de dólares a proyectos médicos destinados a ayudar a los más desfavorecidos le convirtieron en uno de los personajes más admirados del mundo.
Hoy cuando ya no está, será más recordado que nunca y su imagen quedará en nuestro recuerdo para siempre, más por ser una excelente persona que por haber sido uno de los mejores jugadores del mundo.