La añorada cultura del golf, que interpreta este deporte como algo habitual, entre el mar y la montaña, tiene en Cantabria varios ejemplos. La tierra de Seve Ballesteros tenía que ofrecer escenarios donde el golf se vive de manera especial. Uno de esos lugares es el Real Club de Golf de Oyambre, un recorrido de 9 hoyos que acaba de cumplir los 91 años y mantiene el mismo espíritu de deportividad, naturaleza y disfrute del verdadero golf.
La Ruta LEbaniega del Golf
La playa de Oyambre, entre Comillas y San Vicente de la Barquera, es estos días de agosto un hervidero. Nada que ver con el resto del año. El verano trae a los bañistas y la espectacular playa de tres kilómetros refleja una imagen típica de verano. Sin embargo hay algo diferente, nuevo y hasta sorprendente. Entre colchonetas, tablas de surf, sombrillas y chiringuitos, unos seres extraños, algunos con gorra, arrastran un carrito por las praderas verdes. Es el Real Club de Golf de Oyambre, un recorrido de 9 hoyos, par 30, que reúne todas las condiciones de la esencia del golf.
Un links tan pegado a la playa que, de hecho, el hoyo 5 devolvió al mar una parte de su calle y todo su green. Las fuertes mareas del año pasado rediseñaron el hoyo sin perder en todo caso su espectacularidad. En los nueve hoyos, los greenes están cuidados con mimo por la dirección del campo, y se defienden bien, obligando a afinar el tiro de entrada, bien desde la salida, para los más pegadores, bien en el aproach. Cuatro de los hoyos rondan o superan los 200 metros, y los más cortos son el 6 con 84 metros y el nueve, con 64 y con el tee en alto desde donde se puede ver al socorrista de la playa, por si el resultado de la vuelta no ha ido del todo bien.
Los hoyos 4 y 5, bordeando la playa pueden complicarse todo lo que la naturaleza quiera, y los tees del 1, 3 y 6 se sitúan en lugares de paso de los bañistas, que se paran con respeto y curiosidad para ver cómo se golpea la bola con más o menos acierto.
La historia del club comenzó en 1924. Fundado por el conde de Güell, marqués de Comillas, inaugurado y frecuentado por el rey Alfonso XIII, su antigua Casa Club era lugar de encuentro de la aristocracia. 91 años después ese chalet está en ruinas y sólo quedan recuerdos y recortes de periódicos de la intensa actividad. El campo de golf ha ido resistiendo y ha sido desde 2005 cuando se ha retomado, con ilusión y mucho trabajo, el movimiento del Club, con actividades promovidas por los socios y torneos con solera y tradición, como el Tío Pepe.
Uno de los escenarios de golf más antiguos de España reúne la esencia del golf. En un terreno de dunas, donde el agua no encharca las calles, el jugador se ve rodeado de mar, montaña y la ría de la Rabia. Durante el juego se debe ser preciso en el tiro y más en el juego corto, y el golf convive con otros deportes, con veraneantes que buscan sol y playa, simplemente disfrutar de la naturaleza. Sin complejos ni diferencias y con mucha dedicación por parte de los responsables de la instalación dirgidos por Plácido Sánchez “Patxi”, que cuidan con mimo un Club que ha comenzado el camino hacia los 100 años con el verdadero espítiru del golf.