Hace ya un par de temporadas que vengo diciendo tanto en Elperiodigolf.com, como en Radio Marca, en el programa Bajo Par, como en Canal + Golf, que me parece que Tiger Woods no volverá a ser el mismo que maravilló a un mundo del golf, no sólo por ganar 14 Majors y todos los torneos inimaginables, que también, sino por tener una cabeza privilegiada, un físico portentoso y todo lo necesario para ser el mejor jugador de la historia de este deporte durante décadas.
Poco me importan a mi los récords, los torneos ganados, la lucha por alcanzar a Nicklaus en los 18 Majors o los 85 golpes que hizo este pasado sábado en el Memorial. Todos los récords, positivos y negativos, caerán o serán superados antes o después. Lo que realmente me importa es saber que he tenido la suerte de ver, en su plenitud, a un hombre como Tiger Woods, ganándolo todo, capaz de superar en el campo una vez tras otra a todos sus rivales, de ser favorito siempre que salia a jugar y de cumplir los mayores retos posibles, incluso de dar los golpes más increíbles que uno pudiera imaginar.
Aunque voy cumpliendo primaveras no tuve la suerte de ver a Seve en sus mejores momentos, ni a Nick Faldo o Bernhard Langer, ni siquiera a Greg Norman Tiburón Blanco -todos ellos números 1 del mundo-. De oídas y con vídeos del pasado he podido apreciar casi de refilón las gestas de los Nicklaus, Watson, Palmer y compañía como si estas fueran relatos que contaban mis abuelos.
Con Tiger me enamoré del golf, del espectáculo total, de la seguridad de saber que nunca nadie jugará con la intensidad que lo hacía haciendo parecer que el agujero de los hoyos era enorme, los greenes kilométricos, las calles cortísimas y los búnkers, trampas para niños.
Pero desde 2009, aproximadamente, me di cuenta que Tiger no volvería a ser el mismo. Aparte de sus problemas ya sabidos y que no volveremos a repetir, el ex número uno del mundo empezó desde esa temporada a tener ciertos problemas físicos que a día de hoy no ha podido superar al cien por cien. Unos problemas que le han llevado a sentirse inseguro, a dudar de su juego -ese que le llevó a la cima del golf mundial y que ahora atraviesa por sus peores momentos. Hace unos días firmaba 82 golpes, su peor vuelta de su historia, el sábado, 85 y el domingo 203, el peor total de su carrera.
Todo esto viene a que me parece que Tiger empieza su declive. Una cuesta abajo que hemos visto a otros deportistas otras veces y que con Tiger -por muy Tiger que sea- no va a ser una excepción. Cada vez lo intenta más, pone más medios para mejorar y para darle la vuelta a la tortilla pero parece que esta siempre cae del mismo lado.
Lo del sábado -independientemente de que podamos considerarlo un anécdota- me dio cierta pena pero se que este momento de su carrera, como lo tuvieron también los más grandes deportistas de la historia, debe de ser el peaje de la gloria. Un paso duro que nos llegará a todos cuando pensemos que seguimos siendo los mismos, tan fuertes como siempre, con toda la energía posible pero con el paso de los años y de nuestro propio bagaje jugando en nuestra contra.
En ese momento sólo los más fuertes y los más inteligentes se dan cuenta de la realidad y ponen el tiempo a su favor. Esperemos que Tiger se de cuenta pronto y no estropee en unos años todos los recuerdos que nos ha dejado desde que ganó su primeras Masters, allá por 1997.