Sin embargo, tanto Tom Watson, el capitán estadounidense, como Paul McGinley, el Europeo y defensor de la Copa, sabían
perfectamente que, salvo catástrofe, una de sus tres elecciones iban a ser
estos dos hombres.
En el caso de Poulter, y visto lo visto en la última
edición de Medinah, su participación
en Gleneagles era casi obligada. Su
espíritu, su mirada -casi asesina- y sus ganas de participar en el equipo
pueden con cualquier consideración sobre sus estadísticas y méritos en el
último año y medio.
Hace dos años él fue el que arrancó de cuajo la
seguridad de los americanos en recuperar la Copa. Sus putts, su manera de estar
en el campo su imagen transgresora y su fe en la victoria hicieron que hasta el
propio Olazábal supiera que él, como
ya le había pasado a él mismo años antes, tenía que ser miembro vitalicio de
ese equipo.
Su imagen pidiendo al público que chillara y gritara todo lo que pudiera mientras daba su golpe desde el tee del 1 empezó a
meter miedo a los americanos. Ahí empezó la remontada y la victoria más épica
de los jugadores europeos en suelo americano.
Muy similar a él es Keegan Bradley. Como el propio Watson dijo el día de las elecciones
personales, "Bradley es también la esencia de la Ryder y tiene que estar en el
equipo". Es cierto, Bradley es el Poulter americano aunque, con todos los
respetos, en ese aspecto me da la sensación de que el inglés le saca del campo.
Veremos en unos días quien ayuda más a su equipo y
quien lleva el corazón de dos escuadras que sólo buscan una cosa en Gleneagles:
irse con la Copa en su avión.