Su vida merecería ser llevada al cine. De momento, todo ha ido perfecto. Nació hace 22 años en Saratoga, California, y su padre, un hombre de color aficionado al deporte y casado con una mujer blanca, no lo tuvo demasiado fácil por elegir como compañera de viaje a una caucásica en un país donde todavía sigue habiendo muchos prejuicios a la hora de admitir a los matrimonios mixtos.
Sin embargo, Marlo y Debbie siguieron su camino -con sus hijos Joseph, Jesicca y Jordan- y se instalaron cerca de la Universidad de Stanford, donde un joven llamado Eldrick Woods haría historia unos años después.
En 1997, hace 13 años, un jovencísimo Woods -tenía 21- fue el primer afro
americano en ganar el Masters de Augusta. Ya entonces Joseph le daba a la bola de golf de lo lindo. Con nueve años empezó a despuntar en el colegio. Su padre se pasaba horas con él enseñándole a coger el palo, a impactar bien a la bola, a amar este deporte y a sentir el golf correr por sus venas, pero el jovencísimo Joseph seguía empeñado en ser un gran jugador de baloncesto o un cantante de rock. Se pasaba la tardes oyendo a los ídolos del momento e imitando a las grandes estrellas de la NBA, aunque se padre le cogía siempre que podía y se lo llevaba a los campos de golf de Stanford a ver jugar a un tal Tiger, que ya lo ganaba casi todo, y que ya entonces era referencia amateur del golf mundial.
Los años fueron pasando y Joseph se olvidó, afortunadamente, del rock y del basket y siguió jugando al golf, ganando torneos locales, estales y hasta algún nacional. Su victoria más importante fue la que logró con sólo 14 años, cuando se convirtió en el jugador más joven de la historia en conseguir la victoria en el Open de Estados Unidos Amateur. Tan bueno llegó a ser que entró en la Universidad de Stanford por la puerta grande, la misma en la que había estudiado Tiger Woods, y con la que llegó a ganar el título universitario de la NCAA en 2007.
Pero un año después la mala fortuna se cebó en sus muñecas y una grave lesión le obligó a estar casi un año sin poder coger los palos. A pesar de eso siguió trabajando, estudiando -se licenció en Comunicación en menos de cuatro años- y sabiendo que si se esforzaba podría conseguir imitar a sus dos grandes ídolos, el primero, Davis Love III y el otro, como no, Tiger Woods, siguió adelante. Un Tiger que durante años estuvo representado en su habitación con un gran poster que casi idolatraba y que todavía conserva.
Tras su paso por la universidad, Joseph y su padre Marlo vivieron este año su primer gran sueño. Tiger y él jugaron juntos una ronda de entrenamiento en Pebble Beach con ocasión del Abierto de Estados Unidos. Marlo no se separaba de su hijo, que flotaba a cada paso, y que no se creía estar jugando al lado de su gran ídolo, el mismo al que seguía en Stanford hacía muchos años, cuando todavía era un niño.
Su sueño cada día estaba más cerca y las cosas que le unían a Tiger cada vez eran más. La primera, su pasión por el golf, la segunda, que ambos provenían de un matrimonio mixto con un padre de color, la tercera, que ambos habían estudiado en Stanford y la cuarta y última que Nike, la gran multinacional del deporte y primer sponsor de Tiger, también había apostado por Joseph.
El penúltimo capítulo de esta historia la escribió el joven Joseph en la exigente escuela del circuito de la PGA estadounidense. No la ganó, pero no le hacía falta. Lo único que quería era conseguir la tarjeta para llegar a casa y dársela a su padre. Cumplir el sueño de estar con los mejores y enfrentarse a sus ídolos, a Tiger, a Davis y a todos los demás. Al final, acabó en el puesto décimo sexto y ahora unirá su nombre al de Adrian Stills, el primer afro americano que consiguió sacarse la tarjeta del Tour en la escuela hace 25 años.
Como Tiger, llegará también al Tour convirtiéndose en otro ejemplo para la juventud americana. "Ojalá que alguna vez haya 150 jugadores de color en un torneo de golf, no como ahora que hay 150 blancos, tres hispanos y tres afro americanos", aseguraba su padre al saber la noticia del logro de su hijo.
Nada más saltar la noticia, una de las primeras reacciones fue la de Tiger, a través de su Twitter. "Felicidades a Joe Bramlett. Estoy desenado jugar con él el año que viene". Stills fue más parco, quizá porque sabe la dureza del circuito, en el que sólo estuvo un año. "Ojalá que no tengamos que esperar otros veinticinco años para que salga otro chaval como él". El tiempo lo dirá.