El pasado martes Westwood, que llegó a Escocia para disputar el Alfred Dunhill Links, empezó a trabajar para intentar conseguir ese nuevo objetivo que no es otro que el número uno del mundo. Sin embargo, las cosas no van a ser fáciles para él, que lo único que tiene que hacer para conseguirlo es terminar entre los veinte primeros ésta semana y jugar en el Masters de Portugal, donde defiende título, para proclamarse el 1 de noviembre nuevo número uno mundial
destituyendo a un Tiger Woods que aguantó a Phil Mickelson durante casi un año pero que parece que no podría hacer casi nada para evitar que el inglés llegue a ese primer puesto mundial.
Pero no todo son buenas noticias para Westwood. El miércoles, entrenando en uno de los tres campos en donde se juega el Dunhill Links, Kinsbarns, se lesionó o sintió, mejor dicho, ciertas molestias en el mismo tobillo y gemelo que se lesionó hace casi dos meses y que le han tenido siete semanas inactivo.
El propio Westwood dijo que se había equivocado y que tras haber disputado el British Open tenía que haber descansado y no jugar el Bridgestone. Sin embargo, lo hizo y después pagó las consecuencias con esos dos meses de inactividad que a punto estuvieron de llevarle a no poder jugar ésta Ryder Cup histórica en la que fue uno de los pilares del equipo de Colin Montgomerie.
Es por eso que el inglés quiere andar con pies de plomo –nunca mejor dicho- e intentar evitar cualquier circunstancia que pueda llevarle a una nueva lesión. Los médicos le han comentado que tenga cuidado y que no fuerce en absoluto. Una nueva recaída podría llevarle a seis meses de inactividad o a una lesión mucho más importante. La decisión está en sus manos.