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Los renglones torcidos

Los renglones torcidos

Por Guillermo Salmerón
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domingo 06 de septiembre de 2009, 00:00h

Resulta que después de dos años pasándolo muy mal, sobre todo este último, con diecisiete cortes fallados y una retirada, el golf le da a Lara una nueva oportunidad en forma de victoria. Hasta Austria se tuvo que ir el valenciano para encontrar en un campo llamado Diamante Golf Club su piedra preciosa más valiosa.

Lara había pensado en estos dos últimos años más de una vez que, a lo mejor, “ya no valía para el golf”. Su pulso en los greenes ya no era el mismo que cuando jugaba el Volvo Masters ni su precisión con el driver la misma que le sirvió para ganar hace ya casi cuatro años en Hong-Kong su primera victoria en el Tour Europeo.



“Dios aprieta pero no ahoga”, dice el dicho, o lo que es lo mismo, escribe con los renglones torcidos. Quién no nos dice que los dos años que Lara se ha pasado clamando por el desierto no le sirven ahora para encontrar un vergel.



El valenciano ha pasado por una mala racha. Ha tenido problemas personales muy importantes que le tenían con la cabeza en otro sitio, sin poder concentrarse en su trabajo y en sus sueños. Pero ahora, parece que la cosa ha cambiado para él. Que los vientos han variado de dirección y que desde hace unas semanas volando y no cortando el mar, su barco va viento en popa y a toda vela.

 


Casos como el de Lara no hay muchos, pero si algunos. En el golf y en España todavía tenemos frescas en nuestra memoria las lágrimas en el retorno de José María Olazábal, en 1997, cuando ganó en un Turespaña Masters Open de Canarias después de estar casi tres años sin ganar y haber pensado en alguna ocasión en que tendría que abandonar el deporte para siempre. Poco después, en 1999, ganaría su segundo Masters de Augusta, tras el conseguido en 1994.

 


Lo que le está pasando a Tiger Woods no es un camino de rosas, precisamente. La vida no trató bien a Darren Clarke, que veía como  iba perdiendo a su mujer día a día mientras aguantaba el dolor intentando abstraerse en los torneos hasta que ya no pudo más. Que podríamos decir de Severiano Ballesteros que no se haya dicho ya o de tantos otros que sigue luchando para salir adelante.

 


Lo de Lara es un gran ejemplo para todos. De constancia, de trabajo, de ilusión, tenacidad y, seguramente, también necesidad. Debe ser muy duro, habiendo fallado diecisiete cortes en una temporada, coger un avión, irte a un pueblo perdido en Austria, cargar la bolsa de palos y pensar en tu fuero interno que lo más seguro es que no pases el corte.



Afortunadamente hay días, como dice Lara, “en los que de repente se ve la luz”. En esos días los renglones, casi por arte de magia, de repente, se enderezan, y quién sabe, si para siempre.

 

 

 

 

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