Hace ya muchos años, quizá demasiados, Severiano Ballesteros tuvo la oportunidad de jugar en el Circuito Americano. Tras su espectacular comienzo de carrera en Europa el cántabro viajó a Estados Unidos para jugar la Escuela del Circuito. Seve, que iba con su hermano Baldomero, no quería vivir solo y falló el último día aposta para volver a Europa donde luego triunfó a lo grande. Hoy las cosas han cambiado y los mejores no lo dudan: prefieren el circuito americano al del Viejo Continente.
El número uno del Viejo Continente antes de que se juega la Race to Dubai quiere jugar con los mejores, donde mejores campos hay y donde más dinero se reparte. Quizá sea ese su lugar natural. Con veinte años recién cumplidos, con una victoria en el Tour y con la sensación de que le esperan grandes triunfos prefiere medirse de manera habitual con jugadores como Tigre Woods, Phil Mickelson o Ernie Els semana si y semana también.
Estando en el Tour Europeo esa opción es casi inviable. De esa manera sólo iba a poder coincidir con ellos en los cuatro torneos del Grand Slam y en los cuatro Campeonatos Mundiales, los WGC. Poco bagaje para él, que parece que quiere mucho más. McIlroy jugará la temporada completa en Estados Unidos o lo que es lo mismo: la gran mayoría de torneos de su calendario y se dejará caer por Europa lo mínimo necesario. Si las nuevas reglas en el European Tour -que parece que van por obligar a sus miembros a disputar 13 torneos de su calendario- se cumplen como está previsto, McIlroy y otros tantos jugadores tendrán que disputar en 2010 cinco torneos en Europa válidos para la Race to Dubai, además de los cuatro Grand Slam y los cuatro WGC. Con esas ocho citas y otras cinco más serán 13 los torneos que McIlroy dispute con validez en Europa. Además, cerrará su temporada en Estados Unidos con 15 o 16 torneos calibrando de esa manera una temporada global como ya hacen jugadores como Harrington, Luke Donald, Ian Poulter o el propio Sergio García.
McIlroy tiene madera de número uno mundial. Juega muy bien al golf, tiene carisma, buena imagen y un poco de desfachatez, que se arreglará con los años, no lo duden. Podría ser un nuevo Seve o la gran “esperanza blanca” del golf mundial frente al poderío machacón de Tiger Woods. Eso sólo el tiempo será capaz de decirlo. De momento, parece que Rory ha elegido bien el camino y el año que viene será el Circuito Americano quien lo disfrute más tiempo.
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