Solo había que esperar a que sse dieran las circunstancias que la calculadora mente de Bryson DeChambeau tenía previstas para que el cañonero echara mano de su driver en el hoyo 6 de Bay Hill. Hacía 18 años que nadie intentaba atravesar el interminable lago de 338 metros desde el tee y el forzudo Bryson tenía entre ceja y ceja repetir la gesta.
Solo faltaba que el viento de pusiera de su lado para, acompañado por esa exhibición de fuerza bruta a la que nos tiene acostumbrados, hiciera volar la bola hacia el green. Ya había esperado dos jornadas para poder hacerlo y el sábado le facilitaba no solo las mejores condiciones, si no el público que le hiciera de notario mientras levantaba los brazos satisfecho con su nuevo hito, que además le ayudó a colocarse en segunda posición.
Sin ninguna duda, la tercera ronda del Arnold Palmer Invitational pasará a la historia como aquella que terminó de convencer a los gestores del golf de la necesidad de rebajar la longitud de las varillas a 46 pulgadas (DeChambeau utilizó ayer una de 48) para evitar que los cañoneros revienten los campos alejándose de la esencia del golf.
De hecho, el verdadero protagonista del día, el inglés Lee Westwood, acabó en un segundo plano ante la exhibición del químico. Westwood completó una jornada del movimiento plagada de birdies e incluso un eagle en el 16, con los que compensó de sobra los tres bogeys que lamentó hasta firmar su tercera cartulina, pero que no impidieron que tomara las riendas del torneo.
Dos golpes por detrás de del inglés, a uno de DeChambeau y Conners, marcha el otro golfista que logró captar la atención de las redes durante el sábado, el tejano Jordan Spieth que en el hoyo 2 lograba embocar de un solo golpe. También el tailandés Jazz Janewattananond hizo lo propio, aunque el suyo fue en el 14, y le sirvió para terminar con 69 golpes.