Valderrama es lo que tiene: un campo maravilloso, unas instalaciones modélicas, un equipo de trabajo sobresaliente y unas condiciones climatológicas que en estas semanas de octubre no suelen ser las mejores por aquí.
Hace años, cuando se jugaba el Volvo Masters también por estas fechas, la lluvia solía ser compañera habitual de cada final del entonces Volvo Tour. En la Ryder Cup de 1997 si no se hubiera jugado en este campo el torneo, a buen seguro no se habría disputado -nunca vi llover tanto, la verdad-.
El año pasado, en la segunda victoria de Sergio García en este campo, es verdad que el tiempo fue muy bueno, pero este año ha sido un desastre.
Sin embargo, Valderrama es lo que tiene. A pesar del descontrol de los horarios, de las suspensiones, de las reanudaciones, de todos los inconvenientes que generan los parones por el tiempo y las decenas de litros por metro cuadrado que han caído esta semana en el campo gaditano, el torneo ha sido una gozada, de verlo y de jugarlo.
Una vez más, Sergio ha dejado claro que este es uno de sus campos favoritos, sino el más favorito, y que tras la Ryder Cup, su chip de buen juego ha vuelto a saltar. Tras la Ryder, la victoria europea y su récord personal de puntos, el de Borriol ha vuelto a demostrar que es un jugador espectacular y que cuando todo el engranaje está bien es muy difícil de batir.
Este lunes en Valderrama nadie dudaba de que conseguiría su tercer título en este campo magistral. Pero también pocos dudaban ya de su victoria tras una primera jornada en la que dejó claro que venía a Cádiz a ganar.
Este año ya suma dos títulos individuales y la Ryder Cup de París. Es cierto que para él no ha sido una gran temporada pero cualquier otro jugador firmaría con los ojos cerrados un año así. Y todavía el año y la temporada no han terminado para Sergio. Igual el de Borriol nos da otra alegría más antes de que termine este 2018. Ya veremos.
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