Para comprender el papel de la psicología en el golf, vamos a analizar un poco más de cerca lo que puede pasar por la mente de un jugador.
Todos los seres humanos tenemos un triple sistema de respuesta; pensamos, sentimos y actuamos. Estos tres procesos interactúan entre sí y se retroalimentan mutuamente. Así, lo que pensamos influye en lo que sentimos y en cómo nos comportamos y lo mismo para las otras dos variables. Conocer lo que sucede en nuestro interior es determinante para mejorar nuestro juego.
Vamos a analizar estos 3 elementos:
- Pensamiento: es la representación mental que hacemos sobre aquello que nos rodea.
De aquí solemos deducir que existen dos tipos de pensamiento; los positivos y los negativos. Y solemos creer que si conseguimos tener pensamientos positivos (mi swing va a ser el mejor) jugaremos bien y si son negativos (no voy a ser capaz de mejorar mi resultado numérico) jugaremos mal.
Las investigaciones, sin embargo, nos llevan a establecer 2 categorías diferentes. Los pensamientos útiles para nuestro objetivo y los pensamientos inútiles. Esto quiere decir que entre todos los pensamientos que tenemos, que serán muy variados, hemos de entrenar el prestar atención sólo a aquellos que nos dan instrucciones que nos sirvan para lograr nuestro objetivo (por ejemplo, voy a hacer los movimientos más despacio para intentar mejorar el golpe); dejando en segundo plano aquellos que no nos ayudan, sean positivos o negativos (igual de inútil es un pensamiento que te dice que no existen dificultades en absoluto como los que se refieren, por ejemplo, a que esta vez el campo te gana seguro).
Así, cuando nos venga un pensamiento, hemos de ser conscientes de lo que nos dice, y en función de su utilidad, lo dejamos pasar o seguimos su consejo. Es como si en nuestro interior tuviésemos muchos asesores, pero no todos nos dan mensajes que merezca la pena tener en cuenta.
La próxima vez que estemos en el campo, hagámonos conscientes de nuestros pensamientos.
- Emoción: es la reacción automática de nuestro cuerpo ante aquello que sucede a nuestro alrededor. Nos informa, de forma rápida, si hemos de aproximarnos a algo y continuar en una dirección o hemos de alejarnos y cambiar de rumbo.
En el golf, como en muchos otros deportes, pueden existir diversas y variadas emociones: alegría, miedo, enfado, sorpresa, tristeza o culpa. Lo normal es que vayan cambiando a lo largo de los 18 hoyos y pasemos por muchos de esos estados. Al ser procesos naturales, intentar controlar las emociones de forma voluntaria resulta imposible. Lo importante no es que tengamos emociones negativas o positivas, como sucede en el pensamiento, si no que éstas no nos bloqueen o interfieran en nuestro juego.
Para ello, en el manejo (que no control) de las emociones y sensaciones físicas, es importante, en primer lugar, reconocerlas y hacerles espacio, (por ejemplo, si estamos asustados y se nos pone un nudo en el estómago, en vez de intentar eliminarlo, entrenamos el llevarlo con nosotros; ya que, si tratamos de quitarlo, es más probable que perjudique nuestro juego). Cierto es, que dejar que las sensaciones y emociones vengan con nosotros puede resultar muchas veces incómodo, pero es importante para hacernos amigos de nuestro interior y no entrar en luchar contra uno mismo. El enemigo nunca debe estar dentro.
- Conducta: Hemos de observar qué conductas mejoran nuestro juego y cuales lo entorpecen y entrenar (por ejemplo, la rutina pre-golpe), para que se vayan generando hábitos que nos permitan mejorar la concentración. Nuestra atención debe dirigirse a comportamientos que sí están dentro de nuestro control (por ejemplo, la elección del palo, la velocidad a la que damos el golpe…) y no tanto a intentar controlar lo que no depende de nosotros de forma directa (por ejemplo, la intensidad del viento o la presión mediática en el caso de jugadores profesionales).
Cada jugador ha de conocer su propio interior, ya que cada caso es diferente de otros y potenciar su propio proceso.
Orientarnos al proceso (jugar, estar en presente en cada movimiento) y no al resultado (por ejemplo, mejorar el hándicap o superarse continuamente), nos ayuda a vivir el golf como un deporte que alimenta nuestro día a día y que nos da una gran oportunidad de conocernos, compartir con otros jugadores y pasar un tiempo disfrutando de toda su riqueza.
Para más información: www.tueligestuvida.com