Si algo se espera de las competiciones por equipos es que se libren envueltas en la emoción, y eso es algo de lo que afortunadamente no careció la edición escocesa de la Solheim Cup. El equipo comandado por Catriona Mathew, bajo la atenta mirada de sus paisanos, acabó imponiéndose a los Estados Unidos con un épico putt.
Un putt larguísimo, casi interminable, lleno de dramatismo y que ponía el foco sobre una jugadora que se cargó de responsabilidad para poner el broche de oro al torneo y, ya de paso, a su carrera dando la victoria a Europa y reconquistando un trofeo que se le negaba al Viejo Continente desde 2013.
El putt de Suzann Pettersen llegaba en un momento crucial. Ella misma había declarado que si tuviera que elegir a alguien para tirar el putt que supuestamente diera la victoria a su equipo, se elegiría a si misma. Y es que, por lo que parece, al igual que Tiger Woods, los veteranos están más seguros de si mismos que de los jóvenes que les rodean.
Sin embargo, no le tocaría a ella decidir quien le iba a corresponder cerrar el torneo. Fue el azar el que quiso poner en manos de la sueca la victoria. La última que lograría como jugadora de la Solheim Cup ya que, nada más terminar el encuentro Pettersen anunciaría su retirada definitiva.
Volviendo al paralelismo con Tiger, la inclusión de Pettersen en el equipo no estuvo exenta de polémica. A sus 38 años, la nórdica llevaba dos alejada de la competición. Una decisión provocada por su maternidad. Pero la capitana confió en ella y no se equivocó. Tampoco al seleccionarla para el último partido del domingo a pesar de que en sus ocho apariciones previas en la Solheim Cup nunca había ganado uno de los duelos individuales. A Pettersen el destino le había allanado el terreno para hacerse aún más grande dentro del golf europeo.
Con el empate asegurado por Bronte Law, el punto definitivo estaba en manos de una jugadora a la que, seguramente por el desconocimiento de la responsabilidad que tenía en ese green, no le tembló el pulso a la hora de embocar el punto que, no solo daría la victoria a Europa, si no que apartaría a Catriona Mathew del disparadero y devolvería el aliento a los espectadores que observaban sin pestañear el recorrido de la bola camino del agujero que definiría el resultado en la Solheim Cup.