El recorrido de Villalbilla lleva dos años de intensos cuidados que incluyen una nueva gestión y la siembra de sus 18 hoyos.
Desde a terraza de la Casa Club de El Robledal Golf, la naturaleza se hace presente. Es una atalaya desde la que se puede observar la cancha de prácticas y alguno de los hoyos que retan al jugador más técnico, ese que donde pone el ojo pone la bola, o al menos presume de ello.
El Robledal Golf ha recuperado el pulso, vuelve a latir después de dos años de intensos cuidados de los nuevos gestores, Making Golf. Con la experiencia de Retamares, Illescas y ahora también Alicante Golf, la empresa ha tomado cartas en el asunto del clásico recorrido de Villalbilla, a diez minutos de Alcalá de Henares.
Desde 2014, las ideas están muy claras y lo primero que se ha buscado es la llegada de oxígeno, en este caso en forma de agua. Ya está planificado un nuevo lago que va a duplicar la capacidad de agua del campo, y pasar de 40.000 metros cúbicos a más de 80.000.
El nuevo sembrado y los cuatro lagos actuales del recorrido han ayudado a mejorar las calles. Desde la pasada primavera los nueve hoyos más antiguos, y desde octubre los otros nueve, han recibido la dosis necesaria para su recuperación. Eso sí, siguen con la esencia de calles estrechas que obligan al jugador a ser preciso y no desviarse hacia los robles y encinas.
La naturaleza rodea todos los hoyos y eso es lo poco que se puede escuchar desde el tee y en los greenes, cuidados con más mimo todavía. El director gerente del campo, Constantino Prieto, tiene clara la importancia de estos detalles y augura un futuro muy activo de este Club. “El presente pinta bien y el futuro mucho mejor”. La nueva imagen del campo va a traer más jugadores “algo que ya estamos notando en el último año”.
De hecho, los premios que se organizan desde El Robledal se incrementan. Aunque sean hoyos cortos, son muy técnicos, muy propios para la estrategia. Además, los pares 3 y los pares 5 compensan la distancia total.
En todo caso, “cuando lo vas conociendo se hace agradecido”, asegura Prieto, como un enamorado más del campo, una relación que va creciendo con el tiempo y que se intensifica con un mayor cuidado y con detalles que avivan la llama de esa relación.
Con hoyos que respetan zonas protegidas o lagos que provocan pensar los golpes, la referencia sigue siendo el hoyo 12, un par 4 de 308 metros desde amarillas cuya principal característica es un green rodeado de encinas centenarias, lo que obliga a pedir permiso para entrar, o llamar desde más lejos para saltar los obstáculos. “Es el hoyo que más gusta y el más emblemático”, reconoce Prieto.
Con una Escuela y con la participación en el programa de Golf en los Colegios, El Robledal tiene ya un ritmo cardíaco constante, vuelve a latir con fuerzas renovadas para apostar por un golf clásico, técnico y estratégico en medio de la naturaleza.
Desde la Casa Club, la terraza del restaurante permite ver Madrid. A lo lejos, las torres de la Ciudad Deportiva imaginan un frenético ajetreo financiera. Desde esa terraza, las preocupaciones pasan a ser otras más relacionadas con la naturaleza y el golf.