Rory McIlroy está viviendo un PGA Championship lleno de altibajos, marcado por la controversia en torno a su driver no conforme y su desempeño en la tercera jornada del torneo. La USGA determinó que su driver TaylorMade Qi10 no cumplía con las normas de conformidad, lo que obligó al golfista norirlandés a cambiar de palo justo antes del inicio del campeonato. Este contratiempo afectó su rendimiento inicial, con una primera ronda de +3 y una precisión en calles bastante baja.
A pesar de este revés, McIlroy logró mejorar en la segunda jornada, asegurando su pase al fin de semana con una actuación más sólida. En la tercera vuelta, con un marcador de 72 golpes, lejos de sus mejores resultados que le han llevado a conseguir tres victorias este año, no evito que su desempeño siguiera siendo un tema de conversación, ya que la adaptación a su nuevo driver no ha sido sencilla. La polémica sobre la conformidad de los drivers en el golf profesional ha generado debates sobre la equidad y la consistencia en las pruebas de equipamiento.
A partir de ahora, es probable que los organismos reguladores, como la USGA y el R&A, refuercen aún más los controles sobre los drivers utilizados en torneos de alto nivel. Este incidente podría llevar a una mayor transparencia en el proceso de pruebas, con más jugadores sometidos a controles aleatorios antes y durante los torneos. También es posible que los fabricantes de palos de golf ajusten sus procesos de producción para garantizar que sus equipos cumplan con los estándares de conformidad durante toda su vida útil.
Algunos jugadores y expertos han señalado que el desgaste natural de los drivers puede hacer que un palo inicialmente conforme deje de serlo con el tiempo, lo que plantea preguntas sobre la frecuencia con la que los equipos deberían ser revisados.
En definitiva, este episodio podría marcar un antes y un después en la regulación del equipamiento en el golf profesional, con medidas más estrictas y una mayor conciencia sobre la importancia de la conformidad de los palos.