Sin duda, 2019 pasará a la historia como el año de Tiger Woods. Un año en el que le vimos volver a subir al olimpo de los grandes campeones al imponerse en el Masters, catorce años después de su anterior victoria en el Augusta National.
Pero quizás, y más allá de la relevancia de su empate con Sam Snead en cuanto al número de victorias en el PGA Tour, cabe fijarse en la que ha conseguido, finalizando el año, como el capitán que condujo al equipo americano hacia la décimo segunda victoria en la Presidents Cup. Una contienda en la que desde el inicio Woods se convirtió en protagonista.
Con independencia de que esta sería la primera vez en la que veríamos al astro estadounidense vestir los galones de capitán, quizás lo más sorprendente fue que decidiera autonombrarse miembro jugador del equipo. Una situación que no se daba desde la primera edición del torneo que enfrenta a los Estados Unidos contra un combinado de otros países entre los que no participa Europa.
En su doble condición, Tiger se presentó en Melbourne a por todas y, de hecho, ganó los tres partidos para los que se seleccionó elevando su cuenta particular en el torneo hasta 27 partidos ganados, descabalgando a Phil Mickelson como el jugador americano con más encuentros ganados en la historia de la Presidents Cup.
En el balance general de su capitanía queda una victoria que llegaba tras una épica remontada del combinado de los Estados Unidos y su propio éxito como jefe de filas de un equipo que se conformó con dificultades después de que Brooks Koepka, Jason Day y Dustin Johnson se cayeran del equipo inicial.
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